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FRIGORÍFICO SWIFT EN VILLA GOBERNADOR GÁLVEZ POR FERNANDO DEL CORRO


Por Fernando Del Corro 23/5/2021

Hace medio siglo Swift respondió con despidos a una norma cárnica y le secuestraron su gerente

Todo comenzó en junio de 1970 cuando el recién asumido presidente de facto Roberto Marcelo Levingston (1920-2015) habló de su proyecto de lanzar un nuevo plan quinquenal de carácter nacional-desarrollista con apoyo popular. Para ello buscaba un apoyo pluripartidista mientras perdía el del poder económico y el de sus propios colegas militares que lo habían entronizado. Haber dicho que iba a restructurar la Junta Nacional de Granos y las industrias frigorífica y petrolera fue algo decisivo para que pronto fuese destituido y reemplazado por el también general Alejandro Agustín Lanusse.

LEVINSGTON ANUNCIANDO MEDIDAS.

Dentro de ese marco, en septiembre de ese mismo 1970, Levingston lanzó un plan para regular el precio de la carne, algo que actualmente impulsa el gobierno constitucional del presidente Alberto Ángel Fernández. Poco antes el frigorífico Swift había puesto en marcha un plan de suspensiones de su personal que llegaba a los 4.400 trabajadores. Posteriormente cesó temporalmente su producción lo que golpeó severamente a las poblaciones de Villa Gobernador Gálvez y del sur de Rosario. Frente a ello el 8 de noviembre el juez Salvador María Lozada decretó la quiebra de la empresa y designó al Estado Nacional como liquidador de la misma.

Sin embargo, las cosas no se resolvieron en tiempo y forma mientras Levingston sancionaba normas antisubversivas y se enfrentaba con Lanusse que el 2 de marzo de 1971 pasó a encabezar la Junta de Comandantes en Jefe y planteó la necesidad de establecer un Gran Acuerdo Nacional, luego conocido por la sigla GAN. Por su parte la Confederación General del Trabajo convocaba a paros que, incluso, recibían el apoyo de entidades patronales. La ciudad de Córdoba era el mayor centro de los conflictos en medio de los cuales debió renunciar el gobernador civil José Camilo Uriburu cuando llegó la etapa de la represión. Levingston intentó sacar del medio a Lanusse pero éste lo destituyó el 23 de marzo.

SYLVESTER EN LA CÁRCEL DEL PUEBLO Y LUEGO YA CON SU FAMILIA.

Swift seguía con su política de suspensiones y despidos a la que agregaba deudas salariales. Su gerente era Stanley Sylvester quién, a su vez, se desempeñaba como cónsul en Rosario del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Si bien el frigorífico había sido creado en 1907 mediante una inversión realizada por una firma surafricana respondía a los grandes matarifes de Chicago pero tenía un importante acuerdo con las tradicionales firmas británicas del sector ya que también su negocio principal era el de las exportaciones al RU. Su instalación en Villa Gobernador Gálvez se produjo en 1917 y su primera exportación fue realizada en 1924. Desde entonces su presencia fue clave en la Provincia de Santa Fe y en todo el país.


Así fue como que el 23 de mayo de 1971, hace hoy medio siglo, un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo, el ERP, brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores, el PRT, secuestró a Sylvester cuan do éste había salido de su casa, en el barrio rosarino de Fisherton, a realizar unas compras. El hecho impactó no sólo en esa ciudad, la tercera más poblada del país, sino también en toda la Argentina, sobre todo por las características del pedido de rescate. El ERP no reclamó dinero para sí sino la reincorporación de los trabajadores despedidos por el frigorífico, el pago de los salarios atrasados y una indemnización a esos mismos trabajadores basada en la entrega de alimentos, frazadas y útiles escolares.

“El objetivo no era sacar plata. Lo que queríamos era difundir las reivindicaciones populares y que la prensa imprimiera nuestros comunicados. Fue una acción de propaganda armada”, dijo uno de los responsables locales del PRT, Jorge Luis Marcos, quién quedó al frente del ERP, también zonal, en declaraciones formuladas cuarenta años después del secuestro al tradicional diario rosarino “La Capital”. Si bien no hay cifras precisas se estima que por entonces el PRT tenía en Rosario cerca de trescientos militantes.

LANUSSE EN FUNCIONES.

Entre los cesanteados por la empresa, precisamente por su militancia sindical, se encontraba uno de esos militantes, Telésforo Gómez, quién mereció de Marcos el siguiente comentario en dicha entrevista: “Teníamos mucho trabajo en la zona del Swift. Un gran compañero, Telésforo Gómez, trabajaba en el frigorífico y cuando lo echaron por activar se volcó sobre el barrio. Era un obrero muy enérgico y sacrificado; nosotros lo mandamos a Cuba para que tuviera entrenamiento”.


Cuando en septiembre de 1970 el frigorífico inició su plan de respuesta a los controles del precio de la carne dispuestos por Levingston los afectados fueron sus 4.400 obreros y los comercializadores y consumidores de sus carnes, algo que recién comenzó lentamente a revertirse en febrero de 1971. Pero para entonces en el PRT ya estaba dando una respuesta a las medidas como que el 20 de enero de 1971 un comando del ERP se apropió de un camión de Swift cargado de menudencias las que fueron repartidas en el Bajo Saladillo. Luego se produjeron más hechos similares lo que generó una participación popular al punto de que los vecinos villeros distribuían la revista “Estrella Roja”.

Si bien la operación fue debatida por la conducción del PRT-ERP con la participación del líder máximo, Mario Roberto Santucho; Enrique Haroldo Gorriarán Merlo, Domingo Menna, Luis Enrique Pujals y el mismo Jorge Luis Marcos, la concreción del mismo se produjo de una manera sorpresiva. Así la relató Marcos: “En uno de los chequeos, el Tordo y Molina ven que Sylvester sale de su casa a la panadería del barrio. Ya teníamos todo preparado, pero no era el día previsto. El hecho concreto fue que detuvieron a Sylvester, lo subieron a un auto y se lo llevaron a la casa”.

UN RASTRILLAJE.

Según su relato, el plan se generó dentro del equipo de militantes del PRT existente en Swift. Entre ellos Osvaldo Debenedetti, el Tordo, quién lo comandaba; el referido Telésforo Gómez; Ricardo Arias; Rita Montenegro, “una compañera de San Lorenzo que llegó a ser capitán del ERP”; y Martha Antonia Martínez Molina. Al ponerse en marcha el operativo se sumó a ellos el comité militar encabezado por Jorge Carlos Molina. “El secuestro se preparó en la casa donde vivían Jorge Molina y su compañera, Nilda Míguez, la Negrita. Era una casa con garaje que habíamos alquilado sobre la calle Lamadrid al fondo. La habíamos elegido porque era una calle de tierra, donde terminaba el terraplén y rompía la vía del ferrocarril”, agregó el entrevistado quién puntualizó que “La casa tenía un galpón chico. Ahí se cavó un pozo, se hizo un cubículo que tenía una tapa. No parecía muy seguro, pero la idea era tenerlo unos días. La elección de Sylvester fue por el tema del frigorífico, no porque se tratara del cónsul inglés”.

El secuestro del gerente de 58 años que llevaba doce al frente de Swift generó una repercusión nacional. La Gendarmería Nacional y quinientos agentes de la Policía Federal al mando del comandante Agustín Feced y el inspector general Alberto Villar, respectivamente, desarrollaron una frenética búsqueda. Se rastrillaron los barrios de Roque Sáenz Peña, Saladillo y Stella Maris. Incluso se rastrillaron las viviendas de la vereda de enfrente a donde estaba Sylvester quién mantuvo la calma y dijo a sus carceleros “No va a pasar nada”.

SANTUCHO.

Durante los nueve días que duró el secuestro el ERP dio a conocer siete comunicados. En el del 27 de mayo dio a conocer sus exigencias para liberar a Sylvester. La empresa debía reincorporar a los ochocientos trabajadores cesantes, pagarles los salarios por el período desde entonces transcurrido, establecer un tope para la actividad productiva, poner fin a los malos tratos por parte de los jefes y distribuir veinticinco millones de pesos entre obreros, villas y escuelas a través de los referidos alimentos, frazadas y útiles escolares.


El hecho dio lugar a un cortometraje del cineasta Raymundo Gleyzer, desaparecido en 1976. En cuanto al momento del cumplimiento de los reclamos por parte de la empresa está la grabación del periodista Carlos Fechembach quién dijera: “Faltan instantes para las 15 horas. Hoy es viernes 28 de marzo de 1971. Estamos en uno de los patios frente a la planta del frigorífico Swift”. Luego ingresó a la planta y abrió uno de los bolsos a distribuir pasando a relatar su contenido. “He aquí uno de los bolsos con previsiones que va a ser entregado al personal: un kilo de arroz, una botella de aceite, leche entera en polvo y azúcar. Aparte le van a entregar dos frazadas a cada uno; 3.600 personas van a recibir en este momento cada bolso”, relató. Los medios hicieron notar la satisfacción de los que recibieron esos bienes. Sylvester fue liberado el 30 de mayo. Por su parte casi todos los partícipes de esa operación fueron muertos por la policía o desaparecidos durante la dictadura cívico-militar del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”.

La operación fue tan impactante que pasó a ser motivo de enseñanza en las escuelas de formación de cuadros de Cuba mientras el Departamento de Comercio de los Estados Unidos de América preparó un informe reservado en el que se manifiesta que “El ERP cultivó una imagen de Robin Hood robando sin derramamiento de sangre a empresas ricas y dándole a los argentinos necesitados”.

Fernando del Corro.

 

 

“¿DÓNDE ESTÁ TANCO?”: PROTAGONISTA OLVIDADO DEL LEVANTAMIENTO DE VALLE QUE SE SALVÓ DEL FUSILAMIENTO - infobae

UNA PIEZA FUNDAMENTAL DE LA CONTRARREVOLUCIÓN MILITAR PERONISTA. LOGRÓ ESQUIVAR LA REPRESIÓN Y SE REENCONTRÓ CON PERÓN EN EL EXILIO.

https://www.infobae.com

Por Facundo Giampaolo

12 de junio de 2021

A 65 años del fusilamiento del general Juan José Valle después del levantamiento contra la revolución fusiladora, hay un personaje que permanece en las sombras, pero que fue una pieza fundamental para la formación y organización de la contrarrevolución militar peronista. Este episodio, que finalmente fue controlado, había comenzado a gestarse unos meses antes. ¿QUIÉN FUE RAÚL TANCO Y QUÉ ROL DESEMPEÑÓ?

Durante el gobierno de Juan Domingo Perón, Tanco tuvo una larga trayectoria en la institución armada. Colaboró en la creación de Gendarmería Nacional y creó y dirigió la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. También comandó la III división de Infantería y en septiembre de 1955 dirigía la Escuela Superior de Guerra.

“Después de la caída de Perón soy de los primeros en pedir mi retiro. Sabía lo que venía”, relató en un reportaje a la revista Así en los años 70, tras permanecer quince años en silencio. En septiembre de 1955, cuando se produjo el golpe contra Perón, Valle y Tanco compartían los pasillos del Ministerio de Ejército. Por esos días, los insurrectos amenazaban con bombardear La Plata y “cuando Valle, que era director de Ingenieros, dijo que lo hagan, que carguen con el peso de la historia, me di cuenta de cómo pensaba”, recordó Tanco.

Con el general Pedro Eugenio Aramburu como presidente de facto, ambos fueron detenidos en el barco Washington, donde comenzaron a organizar el movimiento revolucionario para poner fin a la dictadura. “Conversamos con el general Valle sobre todo lo que se había hecho por el país, que estaba siendo destruido por el nuevo régimen”, manifestó en sus memorias. “No nos entraba en la cabeza que las fuerzas armadas hubieran provocado su caída”. Luego de que los bajaran a tierra, Tanco continuó el encierro en su casa de General Guido, en la provincia de Buenos Aires, de la que logró escapar después de burlar a la vigilancia en enero de 1956. Valle lo había mandado a llamar para encontrarse en Avellaneda. “Me encuentro con Valle, que me interioriza de los trabajos realizados y me pinta un cuadro optimista. Me dice que ya está todo listo”.

En una reunión con otros coroneles, también se discutió el rol que jugarían los civiles en el levantamiento. Algunos opinaban que debía haber igualdad en la conducción, pero el segundo jefe de la rebelión explicó que “no la admitían por razones de seguridad: la conducción militar debía recaer en los militares; la parte política sería compartida con los civiles”. Muchos creían que el movimiento no debía salir a la superficie, sino que debía permanecer oculto, pero Tanco consideraba que era necesario difundirlo. “El único secreto era cuándo y cómo nos levantaríamos”, sentenció.

El plan era ejercer presión en los cuarteles para que ingresaran las fuerzas a la revolución. Luego se detendría a los jefes de las unidades militares, y nuevos jefes, designados por el movimiento revolucionario, se ocuparían de las unidades. En varios puntos del país, militares y civiles se preparaban para el levantamiento que buscaba derrocar a la Revolución Libertadora, como se retrata en la película Operación Masacre, basada en el libro de Rodolfo Walsh.

OPERACIÓN MASACRE

En la noche del 9 de junio, el Jefe de Policía de la provincia de Buenos Aires, Desiderio Fernández Suárez, encabezó un allanamiento en Florida e irrumpió en la casa del civil Juan Carlos Torres al grito de “¿dónde está Tanco?”. En ese domicilio se encontraban: Norberto Gavino, Nicolás Carranza, Mario Brion, Vicente Rodríguez, Francisco Garibotti, Juan Carlos Livraga, Juan Carlos Torres, Horacio Di Chiano, Carlos Lizaso, Rogelio Díaz y Miguel Ángel Giunta.

Fernández Suárez se dirigió hasta esa casa porque tenía la información de que allí se encontraba Gavino, que no era un militante más, sino que era el jefe civil de la Revolución Peronista de la zona norte de Buenos Aires y que, un día antes, había estado reunido con Valle y su estado mayor. Antes de llevarlos a todos detenidos, el Jefe de Policía le advirtió a Gavino que esa noche sería fusilado, pero éste lograría escapar, junto a Julio Troxler, Juan Carlos Livraga, Reinaldo Benavidez, Horacio Di Chiano y Miguel Giunta, echándose a correr cuando los efectivos de la policía los hicieron descender en los basurales de José León Suárez para ejecutarlos. Los que lamentablemente fueron fusilados por estar comprometidos con la revolución de Valle fueron Carranza, Brion, Garibotti, Lizaso y Rodríguez.

Mientras tanto, Tanco estaba en Avellaneda en una reunión en la casa de Jorge Daniel Paladino, que luego se convirtió en secretario general del Movimiento Peronista. Con un grupo de compañeros, entre quienes estaban Valle y Andrés Framini, aguardaban el desenlace. “Estábamos esperando la toma de la radio, que estaba instalada en una escuelita de Avellaneda. Pero quienes tenían a cargo esa misión, el coronel Yrigoyen, el capitán Costales, y otros civiles, fueron sorprendidos y tomados”. Buscaron la forma de localizar dónde se estaba luchando, pero las malas comunicaciones imposibilitaron que todos se reencontraran. “Por fin, conscientes de que habíamos fracasado, se da por finalizado el movimiento, cuando faltaba poco para la salida del sol”. Indignados por el desenlace y por la muerte de compañeros, se despidieron con un emotivo abrazo y decidieron separarse.

ASILO EN LA EMBAJADA DE HAITÍ

La intención de Tanco era cruzar a la Capital, pero el puente Pueyrredón estaba controlado por los militares. Con la ayuda de tres jóvenes, logró atravesarlo y el 14 de junio pidió asilo en la embajada de Haití, donde se encontraban otros doce compañeros. Pero para lograrlo, antes tuvo que engañar a las autoridades argentinas. Ese mismo día, Arturo Jauretche y otros más que estaban asilados en Uruguay hicieron ingresar a un hotel uruguayo a un hombre con una cédula falsa a nombre de Tanco. Estas noticias no tardaron en llegar del otro lado del Río de la Plata, motivo por el cual nadie sospechaba que el segundo jefe de la rebelión pudiera andar suelto por Buenos Aires.

Una vez en la embajada haitiana, el embajador Jean Brierre lo recibió y le dio un lugar en la biblioteca, donde pasó varios días leyendo “El derecho de asilo”. Al día siguiente, se reencontró con el coronel Fernando González, que también se encontraba pidiendo asilo y con quien se fundió en un abrazo. Jean Brierre informó al gobierno argentino que Tanco se encontraba en su residencia y, ese día por la tarde, el coronel Juan Constantino Cuaranta, irrumpió en la embajada junto a 20 hombres armados. En aquel momento, Madame Brierre, la mujer del embajador, comenzó a gritar: “Han invadido territorio haitiano”. Después los llevaron a la calle, donde Tanco presupone que querían fusilarlos, pero un colectivo lleno de pasajeros que pasaba por allí cambió los planes. Cuaranta ordenó que bajaran a todos e hizo subir a los asilados para llevarlos al cuartel del regimiento I de Infantería. Tanco fue aislado, pero por presiones de Brierre, fue dejado en libertad. Delante de los fotógrafos que se habían acercado, el embajador aseguró: “Hoy es un gran día para las Américas. Un país chiquito, de negros, como Haití ha logrado que se imponga el derecho sobre la fuerza”.

En sus memorias, Tanco sentenció: “Yo supe, desde un primer momento, que si fracasábamos Aramburu nos iba a matar. Se lo dije a Valle en una reunión en una casa de la calle Coronel Díaz”. Pero el jefe de la rebelión pensaba lo contrario. Además, Tanco atribuyó el final de la contrarrevolución a que el medio civil no estaba maduro y que “hubo muchas infiltraciones por la falta de discreción”. Pero lo que más destacó fue la falta de comunicación que existió entre ellos.

El general Raúl Tanco se mantuvo leal a Perón y, a fines de 1956, lo fue a recibir al aeropuerto de Caracas, donde se reencontraron y se dieron un cálido abrazo. Ambos, fervientes defensores de los valores democráticos, no se alejaron nunca de los ideales que siempre proclamaron. 

Facundo Giampaolo


 

 

BELGRANO Y EL CACIQUE CUMBAY - 2020 AÑO DEL DR. DON MANUEL BELGRANO

 

Por la Asociación Belgraniana de Morón

En los días subsiguientes se celebraron fiestas en honor del ilustre visitante incluyendo una gran parada militar. Cumbay no se mostró sorprendido, y ante la consulta de Belgrano respecto a los ejercicios que había observado contestó: “con mis indios desbarataría todo eso en un momento”.
Junio de 1813: Estando en Potosí Belgrano, recibe la visita del Cacique guaraní Cumbay.
Hacia 1813, Belgrano gozaba de una gran popularidad entre los indígenas del Alto Perú y sus zonas de influencia. Las comunidades que adherían a la causa revolucionaria lo respetaban y admiraban y muchos de los líderes deseaban conocerlo. Tal era el caso de Cumbay, un célebre cacique ava guaraní (chiriguano como los denominaron despectivamente los incas) con actuación muy importante desde fines del siglo XVIII como adversario de los españoles. Se presentaba con el título de Mburubicha guasú o Capitán Grande, vivía en las proximidades del Chaco paraguayo. Era ardiente partidario de la Revolución, por la que combatió en Santa Cruz de la Sierra, siendo herido de un balazo, pero jamás había querido entrar en las ciudades ni tener contacto alguno con "la civilización". Lo rodeaba un halo enigmático, haciéndose ver poco, oculto en sus selvas, desde las cuales organizaba sus tácticas bélicas contra las tropas realistas.
Al enterarse de la llegada de Belgrano y su ejército a Potosí, Cumbay gestionó una entrevista con el general, a la que este accedió gustoso. Una de las crónicas de aquel encuentro afirma que el gran cacique arribó al cuartel general acompañado por su intérprete, dos hijos menores y una comitiva-escolta de 20 flecheros con carcaj a la espalda, arco en la mano izquierda y una flecha envenenada en la derecha.
El gran cacique venía a caballo y al llegar junto a Belgrano desmontó, mirándolo fijamente durante largos minutos, luego de lo cual dijo a través de intérprete “que no lo habían engañado y que según el rostro de Belgrano, así debía ser su corazón”. El general le ofreció un caballo ricamente enjaezado y con herraduras de plata, desfilando después ambos en medio del ejército formado. Al pasar frente a la artillería, le previnieron al jefe indígena que tuviese cuidado con el caballo, porque iban a disparar en su honor, a lo que replicó “que nunca había tenido miedo a los cañones”.
La despedida estuvo colmada de obsequios y atenciones mutuas, entre las que se destacó un gran uniforme que regaló el general al cacique, acompañado de una bella esmeralda incrustada en oro, para que pudiera utilizar a modo de tembetá, el tradicional adorno característico de los guaraníes, que los guerreros llevaban colocado entre el labio inferior y el mentón. Cumbay no fue menos en su gentileza, poniendo a disposición de Belgrano dos mil de sus hombres (kereimbas, guerreros) para pelear a su lado contra los realistas.
Siete años más tarde, ya muy enfermo, Belgrano moría en la más extrema pobreza, producto de su entrega incondicional al proceso independentista, mientras su amigo Cumbay seguía peleando codo a codo junto a los patriotas en las selvas del Gran Chaco. Ambos habían escrito una página que aún hoy los honra: estar unidos tras una causa común, más importante que cualquier interés personal.
Más tarde se lo alojó con toda magnificencia, habiéndole preparado una cama digna de la autoridad que era, pero Cumbay dio entonces a sus huéspedes una lección de humildad al rechazar los lujos y dormir esa noche sobre el apero, respetando así la costumbre ancestral de no ser más que sus hombres.

‎ Difusión Antr. Mónica Cereda Asociación Historiadores Los Quilmeros
Secretaria de la Junta de Estudios Históricos de Quilmes
Quilmes, 20/6/2020

VASENA + HIPÓLITO YRIGOYEN + LA SOCIEDAD RURAL = LA SEMANA TRÁGICA: 7 DE ENERO DE 1919

 "Pero allí abajo  también crecían los hombres, un ejército oscuro y vengador, que germinaba lentamente para quien sabe qué futuras cosechas, y cuyos gérmenes no tardarían en hacer estallar la tierra."

E. Zola "Germinal"

 ¿UNA ARGENTINA VIOLENTA?

El 9 de enero de 1919, un multitudinario cortejo fúnebre formado por hombres mujeres y niños, avanzaba silenciosamente por las calles de Buenos Aires cuando arteramente se convirtió en una masacre. Fue en medio de la Semana Trágica, siete de los días más violentos en la historia de la capital argentina.

El 7 de enero anterior, policías, militares y paramilitares habían masacrado a obreros de los talleres Vasena, la empresa metalúrgica más grande de Sudamérica.

Se persiguió, torturó y asesinó a cualquier individuo con aspecto de inmigrante que transitaba por cualquier arteria porteña, todo aquel que por su aspecto físico o su indumentaria, en ese momento, se vinculaba al anarquismo y a la Revolución Rusa. Enfrentamientos estimulados tras una campaña xenófoba que había comenzando en 1899 y tuvo su apogeo con la ley de Residencia de Miguel Cané (sí, el autor de “Juvenilia”).

En una semana hubo más 700 muertos, miles de heridos, detenidos y deportados.

 

Ejército y policía armados con ametralladoras para repeler a los trabajadores. (AGN)

¿JUSTICIA SOCIAL?

Los 2.500 trabajadores de los talleres metalúrgicos Pedro Vasena & hijos, que desde 1912 era una empresa de capital mayoritario británico, tenían pésimas condiciones laborales. El 2 de diciembre de 1918, se declaró una huelga en reclamo de la reducción de la jornada laboral de once a ocho horas, descanso dominical, salubridad laboral, salario justo, aumento escalonado de jornales y la reposición, en sus puestos de trabajo, de los delegados obreros echados por la empresa en respuesta a los primeros petitorios. Además se pedía la derogación de la Ley 7029 de Defensa Social sancionada el 28 de junio de 1910 que restringía las libertades individuales de reunión, de asociación, de ingreso y de permanencia en aquella “argentina del ganado y las mieses”. [1]

VASENA + MELO + YRIGOYEN + ANCHORENA  = …

Alfredo Vasena rechazó las condiciones y se negó a tratar con la delegación sindical y recurrió a su abogado Leopoldo Melo, inflexible militante radical, muy cercano al presidente don Hipólito Yrigoyen, reclamando la intervención represiva del Estado. Medida inútil y peligrosa como había quedado demostrado, según el diputado socialista Dickmann, durante la huelga ferroviaria entre los meses de agosto y noviembre del año 1896, en que hubo más víctimas obreras, caídas bajo el plomo policía que todas las huelgas anteriores.

A todo esto, Melo logra que la policía custodie a los rompehuelgas o “crumiros”, de los huelguistas apostados en la puerta de la fábrica. Se agregan con máuseres matones armados de la Asociación del Trabajo, una “policía privada” que gerenciaba algunos capitalistas porteños, y luego, como si eso fuera poco, un grupo parapolicial, creado por Joaquín Anchorena, presidente de la Sociedad Rural Argentina, a quienes el gobierno había autorizado la entrega de armas.

HUELGA GENERAL

La escalada de violencia cobró ribetes inusitados. El 19 de diciembre el Jefe de Policía es reemplazado por Miguel Luis Denovi. A pesar del cambio el 26 el rompehuelgas Pablo Pinciroli dispara en la cara a una niña que camina por la vereda. El 30 el oficial Oscar Ropts balea a sangre fría al obrero Domingo Castro. Y el 1 de enero de 1919, es baleado el huelguista Constantino Otero.

HUELGA SANGRIENTA

El 3 de enero la policía participa de una balacera generalizada frente al local sindical de Amancio Alcorta y Pepirí. Al día siguiente se produce un nuevo enfrentamiento, obreros y vecinos levantan una barricada, rompen los caños de agua e inundan las calles. Mujeres arrojan ladrillos, tejas y agua hirviendo desde los techos sobre el “invasor” policial, que en este caso no era un inglés, sino un conciudadano. La policía se ve obligada a retirarse. En el enfrentamiento resulta herido de muerte del cabo Vicente Chávez. Los matutinos de 5 de enero califican a la lucha de los trabajadores como “Huelga sangrienta”.

El martes 7 de enero a las 16 horas los obreros huelguistas acompañados por mujeres y niños marchan hacia los depósitos situados en la calle Pepirí y Santo Domingo, cerca del Riachuelo cuando se encuentran que varias chatas con rompehuelgas que intentan llevar materiales a la planta industrializadora. Verbalmente los manifestantes intentan detenerlos sin éxito, lo que inicia una batalla con palos y piedras. Inmediatamente acude la policía que custodiaba las chatas. Varios policías disparan sus fusiles y tras dos horas de refriegas resultan cuatro obreros muertos, uno de ellos de un sablazo en la cabeza propinada por un cosaco (policía a caballo) y más de treinta heridos, algunos de los que fallecieron luego.

En el cruce de la calles Atuel y Amancio Alcorta del barrio de Parque Patricios, se encontraba la sede del Sindicato Metalúrgico, después de los hechos ante mencionados, poco más de cien policías,  bomberos y grupos paramilitares armados con fusiles Máuser y carabinas Wincheste, liderados por Emilio Vasena, uno de los propietarios de la empresa, en un intento de allanamiento, masacran a los obreros reunidos.

La secuencia violenta moviliza a la Sociedad de Resistencia Metalúrgica que lanza la huelga general apoyados por los obreros marítimos y de otros gremios. La Huelga se expande a todos los enclaves industriales del país y hasta se inicia un movimiento similar en Montevideo.

El jueves 9 de enero de 1919 la ciudad de Buenos Aires amanece paralizada. A las 15 desde el barrio de Nueva Pompeya comienza a marchar el cortejo fúnebre con decenas de miles de personas; hombres, mujeres y niños, que marchan para homenajear a sus mártires y repudiar la represión oficial. A las 17 llegan al cementerio de La Chacarita donde se produjo la gran masacre.

“Cundió el pánico. Todos querían escapar mientras llovían balas por todas partes. Los grupos obreros de autodefensa respondieron, pero va­rios factores les eran desfavorables: en primer lugar lo hacían en medio de una masa que trataba de huir desor­denadamente; en segundo lugar, por el número y la calidad de las armas, la superioridad de la policía y los bomberos era decisiva; en tercer lugar, estaban rodea­dos por la policía que disparaba desde posiciones favo­rables (murallones), mientras ellos no tenían defensas, excepto los montículos de tierra de las tumbas. Todos estos factores llevaron a la policía a elegir esa situación para atacar. El entierro terminó en una gran masacre. La gran prensa registró doce muertos, entre los cuales dos eran mujeres; el periódico La Vanguardia[2], elevó la suma a más de cincuenta.[3]

Deudos de los asesinados en esa semana sangrienta (AGN)

Mientras hablaba un delegado gremial las fuerzas represoras balearon impunemente a la multitud. Disparaban a quemarropa. Se trata de una nueva emboscada. La artera envestida se cobró cien vidas y dejó un tendal de más cuatrocientos heridos.


EL EJÉRCITO REPRIMIENDO A SU PUEBLO

Afuera del cementerio y en las calles aledañas la violencia se incrementa. Un grupo de trabajadores rodea la fábrica Vasena y está a punto de incendiarla.

En caso que la policía se viera superada, la intervención del ejército había sido prevista por el presidente Yrigoyen, quien  mientras se producía la balacera en la Chacarita, se reúne con Alfredo Vasena, Joaquín Anchorena y el empresario británico comprador de la metalúrgica; también el embajador británico se comunica con la Casa Rosada. A continuación el Presidente pide la renuncia al jefe de Policía y nombra en ese puesto a Elpidio González, hasta entonces ministro de Guerra. Luego designa por decreto jefe de las fuerzas de represión al general Luis J. Dellepiane.

Elpidio González junto a Marcelo T. de Alvear intentan parlamentar con los obreros, pero no son bien recibidos. La multitud incendia el auto del jefe de policía. González vuelve en taxi a su despacho y envía un centenar de bomberos y policías a disparar sobre los manifestantes. El parte policial da cuenta de 24 asesinatos y 60 heridos.

El general Luis Dellepiane procede a distribuir a los efectivos militares en toda la ciudad, aproximadamente 30.000 hombres de los regimientos 1, 2, 3 y 4 de Infantería, 2 de Artillería, 2 y 10 de Caballería, 1 de Ferroviarios, 2 de Obuses y las Escuelas de Tiro y Suboficiales a los que se sumaron 2000 hombres de la Marina de Guerra y las tropas policiales.[4] Todos para disuadir a la desarrapada e inescrupulosa canalla que quería acabar con el orden establecido.

LIGA PATRIÓTICA

Este militar argentino, Dellepiane, elude la orientación sanmartiniana: “La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes”; y desde su soberbia de clase y de aliado al poder, tolera y alienta el accionar de la Liga Patriótica Argentina,[5] grupo de choque parapolicial formado con jóvenes radicales, conservadores, numerosos hijos de la oligarquía (proto-procuradores de la tan mentada ‘grieta’) fundada por los contralmirantes Manuel Domecq García y Eduardo O’Connor luego presidida por el dirigente de ultraderecha nacionalista Manuel Carlés, secundado por Pedro Cristophersen.

La Liga ¿Patriótica?... delincuentes de clase alta armados por el gobierno para apalear trabajadores: hombres, mujeres, niños y ancianos del pueblo llano. (AGN)

 

Los jóvenes ‘patriotas’ parten del Centro Naval con brazaletes celestes y blancos y producen violentos incidentes, principalmente en los barrios de La Boca, Parque Patricios, San Cristóbal, Once, Retiro, no solo contra los trabajadores, sino principalmente contra inmigrantes rusos, polacos, italianos y judíos, asesinando a algunos de ellos.

La represión ordenada por Dellepiane deja un saldo de 141 muertos según los funcionales diarios de la oligarquía y 700 muertos y centenares de heridos según los que reproducían la voz del pueblo trabajador.

Este suceso es conocido también como el primer pogromo en América Latina, ya que la Liga se ensañó principalmente contra la comunidad judía local. [6]Insólitamente el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, contra Hipólito Yrigoyen contó con la adhesión de esta ligazón de patrioteros.

Este fue el bautismo de fuego de esta horda de fascistas y nazis en ciernes ya que tendrán una actuación destacada durante los tristes sucesos de la Patagonia Rebelde que comenzó en noviembre de 1920 y culminó en enero de 1922 en la que fueron asesinados 1.500 trabajadores.

COMIENZO DE LOS ACUERDOS

Relata el diario “La Nación” del 10 de enero de 1919: Poco antes de mediodía, numerosas comisiones de huelguistas se diseminaron por las calles de la ciudad, incitando a los conducto­res de vehículos y a los trabajadores que se encontraban al paso o en los talleres de las fábricas a plegarse al movimiento. Los obreros obtuvieron así la adhesión de una gran cantidad de trabajadores de todos los gremios, iniciándose con ello, de hecho, la huelga general”.

El cariz que había alcanzado la huelga era preocupante para la clase terrateniente y los círculos imperialista británicos exigen mayor represión contra socialistas, anarquistas, sindicalistas y todo el que violara sus intereses y se volviera al trabajo sea como sea.

YRIGOYEN NO LEE EL DIARIO Y ACTÚA

 El 11 de enero el gobierno de Yrigoyen, después de una gran redada de dirigentes sindicales y socialistas, llega a un acuerdo con la Federación Obrera de la República Argentina (FORA) y acepta liberar a los 2000 obreros encarcelados; acepta otorgar un aumento salarial de entre un 20 y un 40 por ciento; acepta establecer una jornada laboral de nueve horas y acepta la reincorporación de todos los huelguistas despedidos. Tras el acuerdo, la FORA y el Partido Socialista ponen fin a las medidas de fuerza.

El martes 14 de enero, el, general Dellepiane, recibe por separado a las dos vertientes de la FORA y se compromete a suprimir la exposición de fuerzas y respetar el derecho de reunión de los obreros, otras condiciones para cesar la huelga.

A pesar de las reuniones conciliatorias, ese mismo día, la policía y la Liga Patriótica saquean y destruyen la sede del periódico anarquista La Protesta.  Dellepiane, harto de avances y retrocesos, amenaza con su renuncia, para impedirla, Yrigoyen  ordena la inmediata libertad de todos los obreros detenidos.

El jueves 16, Buenos Aires va cobrando cierta normalidad. Circulan los tranvías, se abren los mercados, los cines y los teatros. Las tropas retornan a los cuarteles (como siempre después de sus acostumbradas derrotas) y, lentamente, los trabajadores retoman sus tareas.

El lunes 20 los obreros de Vasena, tras comprobar que todas las reivindicaciones habían sido cumplidas y no quedaban obreros despedidos ni sancionados, deciden volver a sus puestos de trabajo. 

Hechos estos que nos hacen rememorar “La Comuna de París” (1871), la novela “Germinal” de Zola, admirable epopeya del trabajo y el sufrimiento humano, verdadero poema épico del proletariado que nos llevan a reflexionar que así alcanzan los pueblos la conquista de sus derechos por sobre los poderosos, los costos son muchos, graves, pero la historia muestra que la lucha por las reivindicaciones y la justicia no son inútiles, muchos son los caídos, pero siempre habrá quien levante sus banderas hasta la victoria… terminaron aquellos, comenzaron otros que también fueron derrotados y comenzaran nuevos para…

 

Chalo Agnelli, enero 2020

FUENTES   

Godio, Julio. (1985)

Periódico El País

Pecora, Mariane. “A 102 años de la Semana Trágica”. Periódico VAS de la ciudad de Buenos Aires Prensa (Alternativa) Porteña e-mail: info@periodicovas.com

Moscatelli, Mirta. (2000) “La Liga Patriótica Argentina: sociedad civil y educación nacionalista en la década de 1920”. Boletín de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación, 2ᵃ Época, Nº 1, Rosario, Laborde Editor

Pigna, Felipe (Octubre de 2006). “La dignidad rebelde. El movimiento obrero durante las presidencias radicales. Los mitos de la historia argentina 3 (1ᵃ Edición). Grupo Editorial Planeta. Pp. 75 a 80

Yofré, Juan Bautista Dios y la Patria se lo demanden  - Los archivos secretos de la política argentina (1930-2019). Editorial Sudamericana. Pp. 17 a 39.

FOTOS: Archivo General de la Nación

NOTAS


[1] Se alude a la “Oda al ganado y a las mieses” de Leopoldo Lugones dedicada a la Sociedad Rural. Con el que Lugones líricamente acompañó los festejos por el Centenario (1910), que se realizaron en 'estado de sitio'. Oda que según la opinión lapidaria de Borges: “... es un fatigoso catálogo”.

[2] La Vanguardia 10/1/1919 N° 4144

[3] Godio, J. Ob. Cit. Pág. 35

[4] Godio, J. Ob. Cit Pp. 51 y 52

[5] Además buscaba luchar: "Contra los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes; contra los inmorales, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas. Contra toda esa runfla sin Dios, Patria, ni Ley, la Liga Patriótica Argentina levanta su lábaro de Patria y Orden... No pertenecen a la Liga los cobardes y los tristes"

[6]El barrio judío de Once es atacado con saña. Los jóvenes patriotas empecinados en la “caza del ruso”, incendian las sinagogas y las bibliotecas Avangard y Paole Sión. También atacan a transeúntes, particularmente a quienes visten alguna prenda que determina su pertenencia a la colectividad judía. La agresión no respeta sexo ni edades. Los “defensores de la familia y las buenas costumbres” golpean con cachiporras y culatas a ancianos, arrastran de los pelos a mujeres, se ensañan con los niños.” Pecora, Mariane

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Dr. Eduardo Luis Duhalde (5/10/1939 - 3/4/2012) Pocas veces en la historia mundial miembros de las Fuerzas Armadas de un país, con la co...