"Pero allí abajo también crecían los hombres, un ejército oscuro y vengador, que germinaba lentamente para quien sabe qué futuras cosechas, y cuyos gérmenes no tardarían en hacer estallar la tierra."
E. Zola "Germinal"
¿UNA ARGENTINA VIOLENTA?
El 9 de enero de 1919, un multitudinario cortejo fúnebre formado por hombres mujeres y niños, avanzaba silenciosamente por las calles de Buenos Aires cuando arteramente se convirtió en una masacre. Fue en medio de la Semana Trágica, siete de los días más violentos en la historia de la capital argentina.
El 7 de enero anterior, policías, militares y paramilitares habían masacrado a obreros de los talleres Vasena, la empresa metalúrgica más grande de Sudamérica.
Se persiguió, torturó y asesinó a cualquier individuo con aspecto de inmigrante que transitaba por cualquier arteria porteña, todo aquel que por su aspecto físico o su indumentaria, en ese momento, se vinculaba al anarquismo y a la Revolución Rusa. Enfrentamientos estimulados tras una campaña xenófoba que había comenzando en 1899 y tuvo su apogeo con la ley de Residencia de Miguel Cané (sí, el autor de “Juvenilia”).
En una semana hubo más 700 muertos, miles de heridos, detenidos y deportados.
¿JUSTICIA SOCIAL?
Los 2.500 trabajadores de los talleres metalúrgicos Pedro Vasena & hijos, que desde 1912 era una empresa de capital mayoritario británico, tenían pésimas condiciones laborales. El 2 de diciembre de 1918, se declaró una huelga en reclamo de la reducción de la jornada laboral de once a ocho horas, descanso dominical, salubridad laboral, salario justo, aumento escalonado de jornales y la reposición, en sus puestos de trabajo, de los delegados obreros echados por la empresa en respuesta a los primeros petitorios. Además se pedía la derogación de la Ley 7029 de Defensa Social sancionada el 28 de junio de 1910 que restringía las libertades individuales de reunión, de asociación, de ingreso y de permanencia en aquella “argentina del ganado y las mieses”. [1]
VASENA + MELO + YRIGOYEN + ANCHORENA = …
Alfredo Vasena rechazó las condiciones y se negó a tratar con la delegación sindical y recurrió a su abogado Leopoldo Melo, inflexible militante radical, muy cercano al presidente don Hipólito Yrigoyen, reclamando la intervención represiva del Estado. Medida inútil y peligrosa como había quedado demostrado, según el diputado socialista Dickmann, durante la huelga ferroviaria entre los meses de agosto y noviembre del año 1896, en que hubo más víctimas obreras, caídas bajo el plomo policía que todas las huelgas anteriores.
A todo esto, Melo logra que la policía custodie a los rompehuelgas o “crumiros”, de los huelguistas apostados en la puerta de la fábrica. Se agregan con máuseres matones armados de la Asociación del Trabajo, una “policía privada” que gerenciaba algunos capitalistas porteños, y luego, como si eso fuera poco, un grupo parapolicial, creado por Joaquín Anchorena, presidente de la Sociedad Rural Argentina, a quienes el gobierno había autorizado la entrega de armas.
HUELGA GENERAL
La escalada de violencia cobró ribetes inusitados. El 19 de diciembre el Jefe de Policía es reemplazado por Miguel Luis Denovi. A pesar del cambio el 26 el rompehuelgas Pablo Pinciroli dispara en la cara a una niña que camina por la vereda. El 30 el oficial Oscar Ropts balea a sangre fría al obrero Domingo Castro. Y el 1 de enero de 1919, es baleado el huelguista Constantino Otero.
HUELGA SANGRIENTA
El 3 de enero la policía participa de una balacera generalizada frente al local sindical de Amancio Alcorta y Pepirí. Al día siguiente se produce un nuevo enfrentamiento, obreros y vecinos levantan una barricada, rompen los caños de agua e inundan las calles. Mujeres arrojan ladrillos, tejas y agua hirviendo desde los techos sobre el “invasor” policial, que en este caso no era un inglés, sino un conciudadano. La policía se ve obligada a retirarse. En el enfrentamiento resulta herido de muerte del cabo Vicente Chávez. Los matutinos de 5 de enero califican a la lucha de los trabajadores como “Huelga sangrienta”.
El martes 7 de enero a las 16 horas los obreros huelguistas acompañados por mujeres y niños marchan hacia los depósitos situados en la calle Pepirí y Santo Domingo, cerca del Riachuelo cuando se encuentran que varias chatas con rompehuelgas que intentan llevar materiales a la planta industrializadora. Verbalmente los manifestantes intentan detenerlos sin éxito, lo que inicia una batalla con palos y piedras. Inmediatamente acude la policía que custodiaba las chatas. Varios policías disparan sus fusiles y tras dos horas de refriegas resultan cuatro obreros muertos, uno de ellos de un sablazo en la cabeza propinada por un cosaco (policía a caballo) y más de treinta heridos, algunos de los que fallecieron luego.
En el cruce de la calles Atuel y Amancio Alcorta del barrio de Parque Patricios, se encontraba la sede del Sindicato Metalúrgico, después de los hechos ante mencionados, poco más de cien policías, bomberos y grupos paramilitares armados con fusiles Máuser y carabinas Wincheste, liderados por Emilio Vasena, uno de los propietarios de la empresa, en un intento de allanamiento, masacran a los obreros reunidos.
La secuencia violenta moviliza a la Sociedad de Resistencia Metalúrgica que lanza la huelga general apoyados por los obreros marítimos y de otros gremios. La Huelga se expande a todos los enclaves industriales del país y hasta se inicia un movimiento similar en Montevideo.
El jueves 9 de enero de 1919 la ciudad de Buenos Aires amanece paralizada. A las 15 desde el barrio de Nueva Pompeya comienza a marchar el cortejo fúnebre con decenas de miles de personas; hombres, mujeres y niños, que marchan para homenajear a sus mártires y repudiar la represión oficial. A las 17 llegan al cementerio de La Chacarita donde se produjo la gran masacre.
“Cundió el pánico. Todos querían escapar mientras llovían balas por todas partes. Los grupos obreros de autodefensa respondieron, pero varios factores les eran desfavorables: en primer lugar lo hacían en medio de una masa que trataba de huir desordenadamente; en segundo lugar, por el número y la calidad de las armas, la superioridad de la policía y los bomberos era decisiva; en tercer lugar, estaban rodeados por la policía que disparaba desde posiciones favorables (murallones), mientras ellos no tenían defensas, excepto los montículos de tierra de las tumbas. Todos estos factores llevaron a la policía a elegir esa situación para atacar. El entierro terminó en una gran masacre. La gran prensa registró doce muertos, entre los cuales dos eran mujeres; el periódico La Vanguardia[2], elevó la suma a más de cincuenta.[3]
Deudos de los asesinados en esa semana sangrienta (AGN) |
Mientras hablaba un delegado gremial las fuerzas represoras balearon impunemente a la multitud. Disparaban a quemarropa. Se trata de una nueva emboscada. La artera envestida se cobró cien vidas y dejó un tendal de más cuatrocientos heridos.
EL EJÉRCITO REPRIMIENDO A SU PUEBLO
Afuera del cementerio y en las calles aledañas la violencia se incrementa. Un grupo de trabajadores rodea la fábrica Vasena y está a punto de incendiarla.
En caso que la policía se viera superada, la intervención del ejército había sido prevista por el presidente Yrigoyen, quien mientras se producía la balacera en la Chacarita, se reúne con Alfredo Vasena, Joaquín Anchorena y el empresario británico comprador de la metalúrgica; también el embajador británico se comunica con la Casa Rosada. A continuación el Presidente pide la renuncia al jefe de Policía y nombra en ese puesto a Elpidio González, hasta entonces ministro de Guerra. Luego designa por decreto jefe de las fuerzas de represión al general Luis J. Dellepiane.
Elpidio González junto a Marcelo T. de Alvear intentan parlamentar con los obreros, pero no son bien recibidos. La multitud incendia el auto del jefe de policía. González vuelve en taxi a su despacho y envía un centenar de bomberos y policías a disparar sobre los manifestantes. El parte policial da cuenta de 24 asesinatos y 60 heridos.
El general Luis Dellepiane procede a distribuir a los efectivos militares en toda la ciudad, aproximadamente 30.000 hombres de los regimientos 1, 2, 3 y 4 de Infantería, 2 de Artillería, 2 y 10 de Caballería, 1 de Ferroviarios, 2 de Obuses y las Escuelas de Tiro y Suboficiales a los que se sumaron 2000 hombres de la Marina de Guerra y las tropas policiales.[4] Todos para disuadir a la desarrapada e inescrupulosa canalla que quería acabar con el orden establecido.
LIGA PATRIÓTICA
Este militar argentino, Dellepiane, elude la orientación sanmartiniana: “La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes”; y desde su soberbia de clase y de aliado al poder, tolera y alienta el accionar de la Liga Patriótica Argentina,[5] grupo de choque parapolicial formado con jóvenes radicales, conservadores, numerosos hijos de la oligarquía (proto-procuradores de la tan mentada ‘grieta’) fundada por los contralmirantes Manuel Domecq García y Eduardo O’Connor luego presidida por el dirigente de ultraderecha nacionalista Manuel Carlés, secundado por Pedro Cristophersen.
La Liga ¿Patriótica?... delincuentes de clase alta armados por el gobierno para apalear trabajadores: hombres, mujeres, niños y ancianos del pueblo llano. (AGN)
Los jóvenes ‘patriotas’ parten del Centro Naval con brazaletes celestes y blancos y producen violentos incidentes, principalmente en los barrios de La Boca, Parque Patricios, San Cristóbal, Once, Retiro, no solo contra los trabajadores, sino principalmente contra inmigrantes rusos, polacos, italianos y judíos, asesinando a algunos de ellos.
La represión ordenada por Dellepiane deja un saldo de 141 muertos según los funcionales diarios de la oligarquía y 700 muertos y centenares de heridos según los que reproducían la voz del pueblo trabajador.
Este suceso es conocido también como el primer pogromo en América Latina, ya que la Liga se ensañó principalmente contra la comunidad judía local. [6]Insólitamente el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, contra Hipólito Yrigoyen contó con la adhesión de esta ligazón de patrioteros.
Este fue el bautismo de fuego de esta horda de fascistas y nazis en ciernes ya que tendrán una actuación destacada durante los tristes sucesos de la Patagonia Rebelde que comenzó en noviembre de 1920 y culminó en enero de 1922 en la que fueron asesinados 1.500 trabajadores.
COMIENZO DE LOS ACUERDOS
Relata el diario “La Nación” del 10 de enero de 1919: “Poco antes de mediodía, numerosas comisiones de huelguistas se diseminaron por las calles de la ciudad, incitando a los conductores de vehículos y a los trabajadores que se encontraban al paso o en los talleres de las fábricas a plegarse al movimiento. Los obreros obtuvieron así la adhesión de una gran cantidad de trabajadores de todos los gremios, iniciándose con ello, de hecho, la huelga general”.
El cariz que había alcanzado la huelga era preocupante para la clase terrateniente y los círculos imperialista británicos exigen mayor represión contra socialistas, anarquistas, sindicalistas y todo el que violara sus intereses y se volviera al trabajo sea como sea.
YRIGOYEN NO LEE EL DIARIO Y ACTÚA
El 11 de enero el gobierno de Yrigoyen, después de una gran redada de dirigentes sindicales y socialistas, llega a un acuerdo con la Federación Obrera de la República Argentina (FORA) y acepta liberar a los 2000 obreros encarcelados; acepta otorgar un aumento salarial de entre un 20 y un 40 por ciento; acepta establecer una jornada laboral de nueve horas y acepta la reincorporación de todos los huelguistas despedidos. Tras el acuerdo, la FORA y el Partido Socialista ponen fin a las medidas de fuerza.
El martes 14 de enero, el, general Dellepiane, recibe por separado a las dos vertientes de la FORA y se compromete a suprimir la exposición de fuerzas y respetar el derecho de reunión de los obreros, otras condiciones para cesar la huelga.
A pesar de las reuniones conciliatorias, ese mismo día, la policía y la Liga Patriótica saquean y destruyen la sede del periódico anarquista La Protesta. Dellepiane, harto de avances y retrocesos, amenaza con su renuncia, para impedirla, Yrigoyen ordena la inmediata libertad de todos los obreros detenidos.
El jueves 16, Buenos Aires va cobrando cierta normalidad. Circulan los tranvías, se abren los mercados, los cines y los teatros. Las tropas retornan a los cuarteles (como siempre después de sus acostumbradas derrotas) y, lentamente, los trabajadores retoman sus tareas.
El lunes 20 los obreros de Vasena, tras comprobar que todas las reivindicaciones habían sido cumplidas y no quedaban obreros despedidos ni sancionados, deciden volver a sus puestos de trabajo.
Hechos estos que nos hacen rememorar “La Comuna de París” (1871), la novela “Germinal” de Zola, admirable epopeya del trabajo y el sufrimiento humano, verdadero poema épico del proletariado que nos llevan a reflexionar que así alcanzan los pueblos la conquista de sus derechos por sobre los poderosos, los costos son muchos, graves, pero la historia muestra que la lucha por las reivindicaciones y la justicia no son inútiles, muchos son los caídos, pero siempre habrá quien levante sus banderas hasta la victoria… terminaron aquellos, comenzaron otros que también fueron derrotados y comenzaran nuevos para…
Chalo Agnelli, enero 2020
FUENTES
Godio, Julio. (1985)
Periódico El País
Pecora, Mariane. “A 102 años de la Semana Trágica”. Periódico VAS de la ciudad de Buenos Aires Prensa (Alternativa) Porteña e-mail: info@periodicovas.com
Moscatelli, Mirta. (2000) “La Liga Patriótica Argentina: sociedad civil y educación nacionalista en la década de 1920”. Boletín de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación, 2ᵃ Época, Nº 1, Rosario, Laborde Editor
Pigna, Felipe (Octubre de 2006). “La dignidad rebelde. El movimiento obrero durante las presidencias radicales. Los mitos de la historia argentina 3 (1ᵃ Edición). Grupo Editorial Planeta. Pp. 75 a 80
Yofré, Juan Bautista Dios y la Patria se lo demanden - Los archivos secretos de la política argentina (1930-2019). Editorial Sudamericana. Pp. 17 a 39.
FOTOS: Archivo General de la Nación
NOTAS
[1] Se alude a la “Oda al ganado y a las mieses” de Leopoldo Lugones dedicada a la Sociedad Rural. Con el que Lugones líricamente acompañó los festejos por el Centenario (1910), que se realizaron en 'estado de sitio'. Oda que según la opinión lapidaria de Borges: “... es un fatigoso catálogo”.
[2] La Vanguardia 10/1/1919 N° 4144
[3] Godio, J. Ob. Cit. Pág. 35
[4] Godio, J. Ob. Cit Pp. 51 y 52
[5] Además buscaba luchar: "Contra los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes; contra los inmorales, los agitadores sin oficio y los energúmenos sin ideas. Contra toda esa runfla sin Dios, Patria, ni Ley, la Liga Patriótica Argentina levanta su lábaro de Patria y Orden... No pertenecen a la Liga los cobardes y los tristes"
[6] “El barrio judío de Once es atacado con saña. Los jóvenes patriotas empecinados en la “caza del ruso”, incendian las sinagogas y las bibliotecas Avangard y Paole Sión. También atacan a transeúntes, particularmente a quienes visten alguna prenda que determina su pertenencia a la colectividad judía. La agresión no respeta sexo ni edades. Los “defensores de la familia y las buenas costumbres” golpean con cachiporras y culatas a ancianos, arrastran de los pelos a mujeres, se ensañan con los niños.” Pecora, Mariane
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