UNA PIEZA FUNDAMENTAL DE LA CONTRARREVOLUCIÓN MILITAR PERONISTA. LOGRÓ ESQUIVAR LA REPRESIÓN Y SE REENCONTRÓ CON PERÓN EN EL EXILIO.
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12 de junio
de 2021
A 65 años del fusilamiento del general Juan José Valle después del levantamiento contra la revolución fusiladora, hay un personaje que permanece en las sombras, pero que fue una pieza fundamental para la formación y organización de la contrarrevolución militar peronista. Este episodio, que finalmente fue controlado, había comenzado a gestarse unos meses antes. ¿QUIÉN FUE RAÚL TANCO Y QUÉ ROL DESEMPEÑÓ?
Durante el gobierno de Juan Domingo Perón,
Tanco tuvo una larga trayectoria en la
institución armada. Colaboró en la creación de Gendarmería Nacional y
creó y dirigió la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. También comandó la
III división de Infantería y en
septiembre de 1955 dirigía la Escuela Superior de Guerra.
“Después de la caída de Perón soy de los
primeros en pedir mi retiro. Sabía lo
que venía”, relató en un reportaje a la revista Así en los años 70, tras permanecer
quince años en silencio. En septiembre de 1955, cuando
se produjo el golpe contra Perón, Valle y Tanco compartían los pasillos del
Ministerio de Ejército. Por esos días, los insurrectos amenazaban con
bombardear La Plata y “cuando Valle, que era director de Ingenieros, dijo que
lo hagan, que carguen con el peso de la
historia, me di cuenta de cómo pensaba”, recordó Tanco.
Con el general Pedro
Eugenio Aramburu como presidente de facto, ambos
fueron detenidos en el barco Washington, donde comenzaron a organizar el
movimiento revolucionario para poner fin a la dictadura. “Conversamos
con el general Valle sobre todo lo que se había hecho por el país, que estaba
siendo destruido por el nuevo régimen”, manifestó en sus memorias. “No nos
entraba en la cabeza que las fuerzas armadas hubieran provocado su caída”.
Luego de que los bajaran a tierra, Tanco
continuó el encierro en su casa de General Guido, en la provincia de Buenos
Aires, de la que logró escapar después de burlar a la vigilancia en enero de
1956. Valle lo había mandado a llamar para encontrarse en Avellaneda.
“Me encuentro con Valle, que me interioriza de los trabajos realizados y me pinta un cuadro optimista. Me dice que ya
está todo listo”.
En una reunión con otros coroneles, también se
discutió el rol que jugarían los civiles en el levantamiento. Algunos opinaban
que debía haber igualdad en la conducción, pero el segundo jefe de la rebelión
explicó que “no la admitían por razones de seguridad: la conducción militar
debía recaer en los militares; la parte política sería compartida con los
civiles”. Muchos creían que el movimiento no debía salir a la superficie, sino
que debía permanecer oculto, pero Tanco consideraba que era necesario
difundirlo. “El único secreto era
cuándo y cómo nos levantaríamos”, sentenció.
El plan era ejercer presión en los cuarteles
para que ingresaran las fuerzas a la revolución. Luego se detendría a los jefes
de las unidades militares, y nuevos
jefes, designados por el movimiento revolucionario, se ocuparían de las
unidades. En varios puntos del país, militares y civiles se preparaban
para el levantamiento que buscaba derrocar a la Revolución Libertadora, como se retrata en la película Operación Masacre, basada en el libro de
Rodolfo Walsh.
OPERACIÓN MASACRE
En la noche del 9 de junio, el Jefe de Policía
de la provincia de Buenos Aires, Desiderio
Fernández Suárez, encabezó un allanamiento en Florida e irrumpió en la
casa del civil Juan Carlos Torres al grito de “¿dónde está Tanco?”. En
ese domicilio se encontraban: Norberto
Gavino, Nicolás Carranza, Mario Brion, Vicente Rodríguez, Francisco Garibotti,
Juan Carlos Livraga, Juan Carlos Torres, Horacio Di Chiano, Carlos Lizaso,
Rogelio Díaz y Miguel Ángel Giunta.
Fernández Suárez se dirigió hasta esa casa
porque tenía la información de que allí se encontraba Gavino, que no era un
militante más, sino que era el jefe
civil de la Revolución Peronista de la zona norte de Buenos Aires y
que, un día antes, había estado reunido con Valle y su estado mayor. Antes de
llevarlos a todos detenidos, el Jefe de
Policía le advirtió a Gavino que esa noche sería fusilado, pero éste
lograría escapar, junto a Julio Troxler,
Juan Carlos Livraga, Reinaldo Benavidez, Horacio Di Chiano y Miguel
Giunta, echándose a correr cuando los efectivos de la policía los
hicieron descender en los basurales de
José León Suárez para ejecutarlos. Los que lamentablemente fueron
fusilados por estar comprometidos con la revolución de Valle fueron Carranza, Brion, Garibotti, Lizaso y Rodríguez.
Mientras tanto, Tanco
estaba en Avellaneda en una reunión en la casa de Jorge Daniel Paladino, que
luego se convirtió en secretario general del Movimiento Peronista. Con un grupo
de compañeros, entre quienes estaban Valle y Andrés Framini, aguardaban el
desenlace. “Estábamos esperando la toma de la radio, que estaba instalada en
una escuelita de Avellaneda. Pero quienes tenían a cargo esa misión, el coronel
Yrigoyen, el capitán Costales, y otros civiles, fueron sorprendidos y tomados”.
Buscaron la forma de localizar dónde se estaba luchando, pero las malas
comunicaciones imposibilitaron que todos se reencontraran. “Por fin,
conscientes de que habíamos fracasado, se da por finalizado el movimiento,
cuando faltaba poco para la salida del sol”. Indignados
por el desenlace y por la muerte de compañeros, se despidieron con un emotivo
abrazo y decidieron separarse.
ASILO EN LA EMBAJADA DE HAITÍ
La intención de Tanco era cruzar a la Capital,
pero el puente Pueyrredón estaba controlado por los militares. Con la ayuda de
tres jóvenes, logró atravesarlo y el 14
de junio pidió asilo en la embajada de Haití, donde se encontraban
otros doce compañeros. Pero para lograrlo, antes tuvo que engañar a las
autoridades argentinas. Ese mismo día, Arturo Jauretche y otros más que estaban
asilados en Uruguay hicieron ingresar a
un hotel uruguayo a un hombre con una cédula falsa a nombre de Tanco. Estas
noticias no tardaron en llegar del otro lado del Río de la Plata, motivo por el
cual nadie sospechaba que el segundo jefe de la rebelión pudiera andar suelto
por Buenos Aires.
Una vez en la embajada haitiana, el embajador Jean Brierre lo recibió y le dio un
lugar en la biblioteca, donde pasó varios días leyendo “El derecho de
asilo”. Al día siguiente, se reencontró con el coronel Fernando González, que
también se encontraba pidiendo asilo y con quien se fundió en un abrazo. Jean Brierre informó al gobierno argentino que
Tanco se encontraba en su residencia y, ese día por la tarde, el
coronel Juan Constantino Cuaranta, irrumpió
en la embajada junto a 20 hombres armados. En aquel momento, Madame
Brierre, la mujer del embajador, comenzó a gritar: “Han
invadido territorio haitiano”. Después los llevaron a la calle, donde Tanco presupone que querían fusilarlos, pero un
colectivo lleno de pasajeros que pasaba por allí cambió los planes. Cuaranta
ordenó que bajaran a todos e hizo subir a los asilados para llevarlos al
cuartel del regimiento I de Infantería. Tanco fue aislado, pero por presiones de Brierre, fue dejado en libertad.
Delante de los fotógrafos que se habían acercado, el embajador aseguró: “Hoy es
un gran día para las Américas. Un país
chiquito, de negros, como Haití ha logrado que se imponga el derecho sobre la
fuerza”.
En sus memorias, Tanco sentenció: “Yo supe, desde un
primer momento, que si fracasábamos
Aramburu nos iba a matar. Se lo dije a Valle en una reunión en una
casa de la calle Coronel Díaz”. Pero el jefe de la rebelión pensaba lo
contrario. Además, Tanco atribuyó el
final de la contrarrevolución a que el medio civil no estaba maduro y que “hubo
muchas infiltraciones por la falta de discreción”. Pero lo que más
destacó fue la falta de comunicación que existió entre ellos.
El general Raúl Tanco se mantuvo leal a Perón y, a fines de 1956, lo fue a recibir al aeropuerto de Caracas, donde se reencontraron y se dieron un cálido abrazo. Ambos, fervientes defensores de los valores democráticos, no se alejaron nunca de los ideales que siempre proclamaron.
Facundo Giampaolo
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