Sábado, 05
de Enero de 2019
Congreso
Abierto
La página de
Armando Vidal
Decano de
los periodistas parlamentarios
CÚANDO FUE... EN LA HISTORIA
|
Centenario de la Semana Trágica, reclamo y huelga por
las ocho horas de trabajo, Talleres Vasena, primer gobierno de
Hipólito Yrigoyen. Represión. Más de 1300 muertos, según la embajada
de EE.UU, cuatro veces más que la cifra oficial de los bombardeos
del '55. Y por esos días 179 “rusos-judíos” asesinados. Aquí, la
historia. Completada, en la nota siguiente, con el retrato de quien fue el
almirante Manuel Domecq García, el que proveyó las armas desde el Centro Naval
a la Liga Patriótica. Una historia escamoteada, oculta, temible y bien
argentina.
Por Rubén Furman
Ha pasado un siglo pero las cifras siguen siendo
escalofriantes. Unos 700 muertos según las estimaciones moderadas y 1347, según
un registro que llevó la U.S. Embasy. La mayoría enterrados en fosas comunes,
para dificultar el conteo. A eso hay que sumarles entre tres y cuatro mil
heridos.
Y decenas de miles de detenidos cuando el
estallido se propagó a todo el país. Además, un progrom -el único en América-
contra la colectividad judía asentada en los barrios de Once y Villa Crespo,
con 179 rusos-judíos muertos.
Así fue la Semana Trágica, o Semana de Enero, una de
las primeras masacres obreras del siglo XX argentino en respuesta a una gran
lucha por las 8 horas de trabajo y a la pueblada que la acompañó.
Nunca antes ni después corrió tanta sangre por las
calles porteñas.
Sin embargo, no existe hoy ninguna recordación
especial de aquellos mártires, como si lo que hoy parece normal no hubiera
tenido un alto costo.
La masacre se cometió entre el 7 y el 14 de enero de
1919, en el marco de una larga huelga de más de dos mil trabajadores de la
metalúrgica Vasena.
Reclamaban lo que todos los trabajadores en esos días:
reducción de la jornada laboral de 11 a 8 horas, doble descanso semanal y el
pago de horas extras que devendría en mejoras salariales.
Un pliego gremial que no tenía por qué escalar a un
estallido social y una matanza de no ser por la terca negativa patronal a negociar
las peticiones de los trabajadores, empezando por su propia representación.
Alfredo Vasena, hijo del fundador, era una pilar de la
Asociación Nacional del Trabajo fundada y presidida por el también titular de
la Sociedad Rural Argentina, Joaquín de Anchorena.
Cuando el gobierno lo citó el 8 de enero para llegar a
un acuerdo que pusiera coto a un conflicto que ya estaba desmadrado, su
intransigencia fue respaldada por el embajador inglés Reginald Tower, dada su
sociedad con la británica Argentine Iron and Steel Manufactury, formely
Pedro Vasena e hijos, y por el senador radical Leopoldo Melo, apoderado de la
firma.
Hoy lo llamaríamos “conflicto de intereses”.
Ya no quedan rastros de aquel gran establecimiento de
tres plantas cuyas chimeneas daban su perfil al barrio porteño de San Cristóbal
y que fue escenario central del conflicto.
En esas calles empezaban las barriadas obreras del sur
de la ciudad, las más próximas al Riachuelo y a la Quema. Ocupaba la manzana
bordeada por las calles Rioja, Barcala (Cochabamba), Urquiza, Oruro y
Constitución.
Los talleres fueron cerrados en 1926 cuando Vasena se
fusionó con Tamet, vendidos a la Municipalidad y demolidos. Como si se quisiera
borrar todo recuerdo de aquella historia nefasta, el predio se convirtió en
Plaza Martin Fierro en 1940, donde hoy se ven un patio de juegos infantiles y
un club de bochas.
Pero hace cien años, en una de las peores jornadas del
conflicto, la del 10 de enero de 1919, el Buenos Aires Herald reportó que allí
cayeron 80 obreros por el fuego graneado de dos ametralladoras pesadas montadas
por el ejército en las esquinas para repelar un intento de toma de huelguistas
radicalizados y resguardar a los directivos atrincherados.
* Más vale una imagen
La Semana Trágica puede contarse a través de fotos del
Archivo General de la Nación y en registros cinematográficos. En ellos se ven
carros con suministros para los talleres volcados y quemados por los
huelguistas en las calles Pepirí y 24 de Noviembre, en el trayecto que unía los
depósitos en Nueva Pompeya con la planta.
En otra posan de riguroso negro las viudas de las
primeras víctimas de la matanza, el 7 de enero, cuando policías con Mauser y krumiros
armados (rompehuelgas que actuaban como fuerza de choque) emboscaron a los
huelguistas en la cuadra del Sindicato de Resistencia Metalúrgicos Unidos, en
Amancio Alcorta al 3400, matando a cuatro personas e hiriendo a otra treinta,
ninguno obrero de Vasena.
El cortejo desde Nueva Pompeya a Chacarita se hizo a
pie el 9 de enero y decenas de miles de porteños acompañaron los féretros
llevados a pulso en medio de una ciudad paralizada, sin tranvías ni subte y con
los comercios con las persianas bajas desde el día anterior.
Miles de trabajadores llegaron en los trenes desde
zonas suburbanas para sumarse a la marcha antes de que los ferroviarios se
plegaran a la huelga de marítimos, tranviarios y chauffeurs reclamando
también por las 8 horas y contra la represión.
En las imágenes se ven pequeñas multitudes en las
esquinas y balcones de los barrios de Nueva Pompeya, Parque Patricios, Boedo,
Almagro, Constitución y La Boca.
Hay tranvías sacados de riel e incendiados, cables
cortados y vías levantadas.
Se ve a los cosacos cargar machete en mano. También
humea volcado el auto del ministro de Guerra, Elpidio González, y el jefe de
Policía, comisario Justino Toranzo, quienes debieron volver caminando al centro
aunque sanos y a salvo.
* “Clima revolucionario”
No hay registro gráfico pero algunas crónicas dijeron
que al frente del multitudinario cortejo marcharon más de un centenar de
anarquistas armados y que en el trayecto a Chacarita hubo saqueos en armerías.
Pero no se denunciaron bajas entre las tropas de infantería, marinería,
policías y bomberos salvo algunos acuchillados.
En cambio, entre los obreros los muertos y heridos no
pararon de aumentar.
Puestas las tropas por el presidente Yrigoyen al
mando del general Luis Dellepiane, con orden de recuperar el control perdido de
la ciudad, al militar –un veterano de la revolución radical de 1905—se le
adjudica haber dicho que el escarmiento se recordaría por cincuenta años.
Las columnas fueron baleadas en Vasena; en la Iglesia
de Jesús Sacramentado en Yatay y Corrientes y dentro del cementerio, donde
tropas de infantería dispararon sobre los que lograron llegar.
Los cuatro cadáveres del cortejo quedaron
insepultos.
En su minucioso libro Días rojos, verano negro
(2011), el periodista e historiador Horacio Silva cuenta las presiones
oficiales para que Vasena aceptara un acuerdo y de su oferta de bajar la
jornada laboral de 11 horas a 9 horas, pero de lunes a sábado (54 semanales).
También alude al llamamiento a una “huelga general
revolucionaria” por tiempo indeterminado de la central sindical Fora del V°
Congreso, de tendencia anarquista revolucionaria, mientras que los socialistas
de la Fora del IX° se plegaron al paro general pero buscando darle un cauce
institucional en el Congreso, como la sanción de una ley sindical. (NdE:
eran diputados en ese momento los socialistas Mario Bravo, Augusto Bunge,
Enrique Dickman, Juan B. Justo, Nicolás Repetto y Antonio de Tomasso).
Las coberturas de la prensa fueron sesgadas en esos
momentos de furia espontánea, con un un tipo de agitación que recién pudo
encontrarse luego en jornadas como las del Cordobazo.
Mientras la prensa obrera priorizaba la masividad del
respaldo a los huelguistas y la masacre, los medios pro-empresarios hablaron de
una “minoría sediciosa” ajena a las “verdaderas organizaciones de los
trabajadores”.
En referencia al cortejo, el diario de habla inglesa
aseveró: “Buenos Aires tuvo ayer su primera prueba de bolchevismo”.
* Parapoliciales
No era sólo un titular. La Revolución de Octubre de
1917 en Rusia era un fantasma omnipresente y el fermento sobre el que las
clases propietarias elaboraron la ideología de la “conspiración
judeo-bolchevique”, que tuvo vida hasta la dictadura del ‘76.
Identificaba a los inmigrantes de origen hebreo con
los rusos y a estos con los maximalistas. Fue la ideología del primer grupo
parapolicial del siglo, la Liga Patriótica Argentina, surgida con la pueblada
de enero de 1919.
Sembró el terror a partir del 11 de enero, justo
cuando la prensa informaba de la orden militar de “contener toda manifestación
o reagrupamiento, con excepción de los patrióticos”, y disparar contra los que
fueran encontrados levantando vías o quemando vehículos.
Se cumplió al pie de la letra; hubo zonas liberadas
para asaltar sindicatos y bibliotecas obreras, allanar casas de sindicalistas,
balear a mansalva y arrastrar por las barbas a viejos rusos judíos que apenas
entendían el idioma.
En las fotos de archivo se los ve bien trajeados, con
sus sombreros Panamá, en autos particulares y portando carabinas. Realizaban
rondines, primero en el centro y la zona norte de la ciudad, “custodiando
comisarías”.
Se autoidentificaban como “patriotas” y defensores del
orden frente al caos promovidos por los obreros, en su mayoría inmigrantes.
Adiestrados militarmente en el Centro Naval, en sus filas se alistaron chicos
bien convocados por el organizador Manuel Carlés y muchos de apellido patricio
que se apegaron a la ideología nacionalista extrema, fascista, que comenzaba a
desplegarse en Europa.
El primer gobierno plebeyo del país supo también
de acción psicológica.
Los diarios del 12 de enero publicaron la detención de
Pinie Wald, de origen polaco y editor del periódico Avantgard, sindicado
como “jefe del soviet” próximo a instalarse en la capital argentina. Junto a
sus compañeros fue torturado casi hasta morir.
Como en todos los tiempos, hubo sindicalistas duros y
negociadores.
Luego de una aceptación parcial del pliego de reclamos
por Vasena y de la cruda represión, la Fora socialista recomendó cesar la
huelga.
Fue un repliegue trabajoso porque los reclamos por las
8 horas y contra la represión se extendieron a los gremios con directivos de
ese origen y a varias ciudades del país.
La central anarco revolucionaria llamó a mantenerla
pero el lunes 13 por la tarde la capital argentina tendía a normalizarse y se
levantó el paro metalúrgico.
La milicia blanca siguió sembrando terror durante
días. Los delegados de Vasena fueron recibidos esa misma tarde en la Casa de
Gobierno para firmar el acta que les reconoció las 8 horas de trabajo, el
triunfo de los huelguistas.
El 20 de enero la planta reanudó sus tareas. Pero ese
derecho debió esperar hasta 1929 para ser reconocido legalmente, y los
golpistas de 1930 lo agitaron como una concesión “a la vagancia”.
* Lo que queda
A fines del siglo XX, el equipo de arqueología urbana
porteño pudo desenterrar un resto de los muros originales de la metalúrgica,
próximos a la calle Rioja y la Autopista 25 de Mayo. Ochenta años después de la
tragedia la Legislatura porteña hizo colocar allí una placa con una inscripción
aséptica: “Aquí se produjeron parte de los sucesos de la Semana Trágica
(1919)”.
Sin vínculos materiales con el pasado, la Plaza Martin
Fierro devino en lo que los arqueólogos llaman sitio de dolor y de olvido
en contraposición a los de memoria, donde se preservan escenarios como
una lección.
Entre 700 y 1.400 muertos, los parapoliciales de la
Liga tuvieron larga descendencia y la masacre del ‘19 fue sólo un ejercicio
para participar en los dos años siguientes en la masacre aun mayor de esquiladores
y peones santacruceños, en huelga por las mismas reivindicaciones.
Los mártires de la Patagonia Rebelde fueron rescatados
por la colosal investigación de Osvaldo Bayer y tuvieron al menos su justo
homenaje en una de las películas con mayor éxito de taquilla del cine nacional.
Pero la historia de la Semana Trágica de 1919 quedó
invisible a la enorme mayoría de la población. La corriente sindical que la
animó desapareció y la épica del 17 de Octubre desplazó del recuerdo popular
–como si nada hubiera existido antes- a aquellas jornadas trágicas y heroicas
por las 8 horas de trabajo y la dignidad.
El sábado12 de enero aquellos mártires serán honrados.
Será con una marcha convocada por organizaciones barriales que desde hace una
década cumplen el rito. Caminarán desde las 19 por la calle Rioja desde el
Parque de los Patricios hasta la Plaza Martín Fierro. Para que, como canta León
Gieco, todo quede guardado en la memoria.
Volanta y título: A un siglo de la Semana Trágica/ La sangre de las 8 horas de trabajo
Actualizado (Lunes, 07 de Enero de 2019 18:59)
No hay comentarios:
Publicar un comentario