PARA LA
NACIÓN 11 DE JUNIO DE 2021
En 1987, la
casona de adobe del Restaurador de las Leyes fue trasladada desde la estancia
Los Cerrillos a San Miguel del Monte.
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El rancho de Rosas en San Miguel del Monte. Trasladado en 1987 (Foto Estrella Herrera) |
UN MODELO DE CONSERVACIÓN DE LA HISTORIA
El nombre
de Juan Manuel de Rosas se asocia a San
Miguel del Monte, a su ejército de Colorados, y a los museos que
allí pueden visitarse. Pero no todos saben que su célebre rancho fue
protagonista de una hazaña de la ingeniería en 1987. Montado en un carretón de
120 ruedas hidráulicas, el rancho – de 5 m de ancho por 24 m de largo –
recorrió 60 km desde su emplazamiento original en la estancia Los Cerrillos
hasta su ubicación actual en el corazón de la ciudad. Varios días de viaje, a
razón de cinco kilómetros por hora, para arribar al lugar exacto que ocupaba en
1774 el fortín de la Guardia del
Monte.
Sus
paredes de adobe, que el Restaurador mandaba pintar con leche y sangre de vaca
para obtener el color rosa que tanto le agradaba, resistieron los embates del
tiempo: es el único de su tipo que se mantuvo intacto (o casi). Cinco
habitaciones en chorizo, cada una con su entrada independiente, sin cocina y
sin baño como mandaba la época. Las dos primeras conservan los techos trenzados
por indios pampas con pasto, tacuara y troncos de palmera. Hay que agacharse un
poco para entrar: las puertas externas eran bajas para impedir que los indios
entraran con caballo y todo cuando atacaban. Las bases de las ventanas están a
la altura de las pantorrillas y los aleros permiten ver desde adentro hacia fuera,
pero no a la inversa. Antes que rancho, era un atalaya.
RELIQUIA
HISTÓRICA
En 1987, el Rancho de Rosas fue declarado reliquia
histórica y donado a San Miguel del Monte por la familia Bemberg, entonces
propietaria de la estancia Los Cerrillos. Los Bemberg pagaron el traslado,
pionero en Sudamérica, cuya planificación y ejecución llevó varios meses. El
Ing. José Blanco, que intervino en la difícil empresa, dice en un artículo del
sitio revisionistas que “la palabra rancho, que se
asocia habitualmente a una construcción muy precaria, no debe llamar a engaño.
Lo que se erguía ante nosotros tenía una solidez y vocación de
permanencia que lo asemejaba más a un monumento que a una casilla”.
En el interesante relato cuenta Blanco cómo fue que lo pensaron. “Los
norteamericanos ya solían por entonces mover casas enteras, pero en todo lo que
conocíamos se manejaban con livianas estructuras de metal yeso y aglomerados,
no el mastodonte que teníamos por estas pampas. Además, los
recorridos eran cortos, más bien cambios de emplazamiento para despejar
espacios”. Y sigue “Hace muchos años que mi madre me enseñó en la
entrada de un supermercado que las bolsas pesadas y frágiles se toman desde
abajo. Había pues que descartar de plano grúas tomando al rancho desde arriba.
Pero introducir elementos por debajo de los cimientos no era fácil. Resultó
claro, además, que había que multiplicar los puntos de apoyo, esto es conseguir
un elemento intermedio entre los de izaje y la carga a elevar. Esto nos llevó a
concebir una especie de chasis de hormigón armado que copiara por debajo
la estructura de las paredes del rancho (debían ser entonces dos vigas
longitudinales largas y siete transversales cortas). Le estructura debería ser
lo bastante rígida como para tomar y elevar el conjunto sin afectar el rancho
en la operación… Esto podía lograrse haciendo a las vigas transversales
sobresalir un par de metros e introduciendo bajo sus extremos sendos gatos
hidráulicos que se encargarían del trabajo”.
MANOS
A LA OBRA
Una vez que estuvieron de acuerdo en cómo se haría, el primer paso
fue excavar por debajo del rancho para deslizar tres vigas de hormigón y poner
críquets hidráulicos debajo de las vigas para levantarlo. Hubo que apuntalarlo
con tacos, nivelándolo a ojo, para evitar que las paredes se rajaran. Después,
lo alzaron un metro y medio y colocaron debajo del carretón, especialmente
construido para desplazarlo. Así llegó a pesar 140 toneladas. Y el
peso duplicó el trayecto: 30 km por camino de tierra y otros 30 por asfalto
para evitar un frágil puente de madera que ya no existe. Cuando por fin arribó
a la esquina donde hoy se encuentra, las vigas quedaron enterradas y se
convirtieron en cimientos.
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Museo de la Guardia del Monte (Foto Estrella Herrera) |
RESERVORIO
Hoy, el rancho guarda dos uniformes de los Colorados del Monte,
peones devenidos milicianos que acompañaron a Rosas en su primera expedición al
desierto en 1833, un puñado de tierra del saladero de Las Higueritas,
también propiedad del Restaurador, marcas de yerra y fotocopias de manuscritos
donde se aprecia su letra y su firma, y una divisa punzó que grita desde el
fondo de la historia “¡Vivan los Federales! ¡Mueran los salvajes asquerosos
unitarios!”. Hombres, mujeres y caballos estaban obligados a lucirla. Y si
alguna dama caprichosa se rebelaba… los mazorqueros buscaban un poco de
brea y le pegaban la divisa al cabello.
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Justo al lado, el Museo
Guardia del Monte ofrece un interesante contrapunto al rancho:
sus piezas, donadas por familias de la zona, trazan una línea de tiempo que
abarca desde la construcción de los fortines hasta los años 70. Inaugurado en
2001, hay cartas de personajes ilustres, una foto autografiada del presidente
Perón, capelinas y bombines, cajitas de porcelana china, victrolas, tocadiscos
portátiles, grabadores de cinta y hasta una réplica del sable corvo
sanmartiniano… con un rulemán adosado a la punta de la vaina para evitar que
rozara el suelo.
Nota e investigación Teresa Arijón*
- Fotografía Estrella Herrera**
· * Teresa Arijón nació el 09/11/1960. Premio Konex 2014. Poeta, traductora, editora y
cronista de viaje. Publicó, en poesía: La escrita (1988), Alibí (1995), Orangutans (2000,
con Bárbara Belloc), Poemas y animales sueltos (2005), Os (2008)
y Óstraca (2011, poesía reunida). Otros títulos: Teoría
del cielo (1992, con Arturo Carrera), El libro de las
criaturas que duermen a nuestro lado (1997), Puentes/Pontes (2003,
primera antología bilingüe de poesía argentina y brasileña
contemporánea), El perro continuo (2009, con Manuel
Hermelo), Otra línea de fuego (2009, quince poetas brasileñas
ultracontemporáneas) y Teoría y práctica de la tragedia (2012).
Tradujo a Daniel Defoe, P. D. James, Alexander Baron, Ivy Compton-Burnett,
Virginia Woolf, Clarice Lispector, Hilda Hilst, Rubem Fonseca, Ana Cristina Cesar, Waly Salomão, Hélio
Oiticica, Oscar Niemeyer, Armando Freitas Filho y Ferreira Gullar, entre
otros. Desde 2013 codirige, con Barbara Belloc y Renato Rezende, la colección
Nomadismos de pensamiento brasileño.
· ** Estrella
Herrera nací en Buenos Aires en
1984. Licenciada en Artes por la UBA, fotógrafa, cursó la maestría en curaduría
en artes visuales en la UNTREF. En 2008, mediante una beca viajó a Brasil
donde estudió arte en la Universidad Federal de Minas Gerais Junto a Agustina
Triquell, creó en 2013 un proyecto estético relacional, una residencia móvil
para artistas que utilizan la fotografía. Se llamó “NidoErrante”; porque se
trataba de viajar como una condición de producción, como disposición a lo nuevo
y “errante” porque estamos en constante movimiento. Como representante de este
proyecto ganó una beca a la creación y otra a la formación del Fondo Nacional
de las Artes. Desde el 2015 trabajo en la Revista Lugares, lo que le permitió conocer
lugares que no imaginaba visitar algún día. En 2016 publicó con Asunción Casa
Editora La fantasía de la fuga tiene forma de isla, un pequeño diario de
viaje en la Isla de Pascua. Sus proyectos artísticos toman conceptos y
temáticas propios de la ciencia para explorarlos poética y ficcionalmente a
través de la fotografía. Con Campo Magnético ganó el primer premio del
Festival Internacional de fotografía Verzasca, Suiza. En 2009, ganó el segundo
premio del concurso Francisco Ayerza. Obtuvo la beca PAC foto en 2017 y fue
seleccionada para participar de la plataforma MUFF del Centro de Fotografía de
Montevideo. Durante 2015 y 2016 dictó talleres de rayogramas para niños y niñas
en el C.C.K. Últimamente trabajó en una versión performática de su proyecto Sexto
Continente, un viaje ficcional al mundo subterráneo de las cuevas.