LA INGLATERRA QUE VIO SARMIENTO POR JUAN CARLOS LOMBÁN

Por Juan Carlos Lombán,* especial para “La Prensa”,

Quilmes, 23 de julio de 1967

Sarmiento llegó a Inglaterra el 31 de julio de 1847, en los co­mienzos de la era victoriana, después de haber visitado el norte de África y diversos países del continente europeo y antes de marchar hacia los Estados Unidos, durante el trascurso de un viaje de estudio que le encomendara el gobierno de Chile, donde se encontraba expatriado. Arribó a la isla con conocimientos bastante am­plios del mundo y la cultora anglo­sajona no menos que de su idioma, el que había comenzado a estudiar en 1833 en Valparaíso y al que llegó a manejar aceptablemente, al punto de que en Copiapó, según él mismo escribe, “traduje a volumen por día los sesenta de la colección completa de novelas de Walter Scott”.

El sanjuanino había iniciado el via­je a fines de 1845 y poco después, mucho antes de llegar a Inglaterra, escribe unas líneas reveladoras de sus sentimientos ante la política exterior británica: “¿Quién de nosotros al pen­sar en la pérfida Albión, no se esfuer­za en desenmarañar los secretos de­signios de su política y no se repre­senta a sus ministros de finojos[1] sobre el mapamundo, para preparar un si­glo antes la conquista de algún islo­te o promontorio?”. En el mismo vo­lumen de sus obras completas, leemos que compara el Imperio Británico con el Romano, “en que el Estado era un bandido famoso, mientras los indivi­duos que lo componían practicaban las virtudes más austeras.[2] Ad­viértase que Sarmiento establece una clara distinción entre el pueblo in­glés y sus círculos dirigentes, entre lo espontáneo y lo calculado, entre el mundo privado y el mundo oficial, por lo que no debe extrañarnos que haga un sacrificio económico para po­der visitar el país, por cuanto no se resigna a “¡No ver la Inglaterra, ni el Támesis, ni aquellas fábricas de Birmingham, ni Manchester! ¡No en­trar en aquel océano de casas de Londres, ni ver lo bosques de más­tiles de los docks de Liverpool!...”

 LA INGLATERRA OFICIAL

Dos semanas antes de la llegada de Sarmiento a Folkestone, en el  lejano Río de la Plata el comisionado británico Lord Howden, cumpliendo las instrucciones de su gobierno de llegar a un acuerdo con don Juan Manuel del Rosas ordenaba a la flota de su país a levantar el bloqueo de Buenos Aires. La enojosa cuestión se encaminaba a un final favorable tanto al régimen rosista como a los interesas de los comerciantes británicos. Contribuía a deprimir más aún el ánimo del sanjuanino que veía alejarse la ansiada recuperación de las libertades en su querida tierra natal y su decidido encarrilamiento, por lo que él entendía era la senda de la civilización y el progreso; la evolución que acababa de produ­cirse en la mesopotamia argentina, donde Paz tuvo que abandonar su campaña y las fuerzas rosistas que­daron dueñas de la situación.

Sarmiento llega a un país en tran­sición y cercano ya al punto culmi­nante de su trayectoria histórica, donde puede observar al rojo vivo y en su cuna los males que acompa­ñaron a la revolución industrial, pero no los remedios que la misma Gran Bretaña habría de procurar ir estruc­turando en la segunda mitad de la era victoriana y posteriormente, y que por ese 1847 se encontraban en proceso de tímida y lenta gestación. La legislación social, que se tornaba imperiosamente indispensable, era aún prácticamente inexistente; el triunfo del movimiento librecambista enca­bezado por Cobden no produjo la revolución inmediata que algunos (incluso el mismo Sarmiento) esperaban: la reforma electoral de 1832 había demostrado ser absolutamente insuficiente; la educación carecía casi por completo del apoyo estatal; las ciencias exactas, físicas y naturales marchaban hacia un desarrollo su­perior a las de cualquier país, pero aún distaban del que habían alcan­zado en Francia; la filosofía procu­raba abandonar el utilitarismo de Bentham,[3] mas no acertaba aún a superarlo; las letras habían dejado atrás el romanticismo, pero todavía no habían florecido en lo que sería la riquísima literatura victoriana. Só­lo la pintura se mostraba como la excepción, en la plenitud de la es­cuela paisajista típica del país, con las creaciones de Constable[4] y sobre todo de Turner,[5] que aún vivía.

 El laissez faire más ortodoxo do­minaba la mentalidad de los círculos dirigentes británicos, lo que deter­minaba que el Estado se desenten­diera del hecho de que como conse­cuencia de la revolución industrial, se consumara una profunda redistribu­ción de la población, al punto de que por esos años se produce algo abso­lutamente inédito hasta entonces en la historia mundial: casi la mitad de la población ya era urbana. Sur­gían enormes urbes industriales en torno de Londres, Birmingham, Manchester, Liverpool, Nottingham, Sheffield, Leeds, Bristol, Cardiff y otros centros, algunos de los cuales habían sido muy pequeños hasta pocas décadas atrás. El mismo Sarmiento ha mencionado en diversas oportunida­des en su vida pública, la impresión que le causaron esas urbes indus­triales, con el hacinamiento de la nueva clase de los trabajadores ma­nuales y todas sus secuelas.

LA EDUCACIÓN EN GRAN BRETAÑA

Más pe­noso para el sanjuanino debió de ha­ber sido el espectáculo de un Estado que abandonaba la responsabilidad de educar a su pueblo, casi totalmente a la caridad privada, lo que contras­taba con lo que él había visto en Prusia y habría de observar en los Estados Unidos. Por ello, después de haber dedicado tantas páginas al aná­lisis de la política educacional esta­dounidense y de algunos países euro­peos, casi no se ocupa de la británica, la que le merece sólo esta seca observación: “En Inglaterra, por una de aquellas anomalías singulares de su organización política, el Estado no se entromete en la educación popular, que explota el clero anglicano o los disidentes”.

LA OTRA INGLATERRA

El país no oficial presentaba un cuadro abigarrado y extremadamente rico en sus manifestaciones culturales, sociales, políticas y económicas, que contrastaba con el quietismo del Estodo y que debió haber impresionado hondamente a un observador como Sarmiento. Desde comienzos del siglo y aún antes, veníase desarro­llando, cada vez con mayor fuerza un movimiento nacional de crítica a la Inglaterra oficial, en el que coin­cidían desde poetas románticos hasta humanistas, filántropos, pasando por líderes religiosos, socialistas utópicos y políticos reformistas, no menos que por empresarios progresistas. Surgie­ron una tras otra instituciones que aunque a menudo trabajaban por dis­tintos fines y con diversa metodolo­gía, como coincidían en su crítica a la Inglaterra oficial, aunaban sus fuerzas y propagaban sus ideas por las disertaciones, el folleto, el libro, la prensa periódica y especialmente los meetings, que comenzaron a menu­dear y sacudir la opinión pública. La acción de la Liga Nacional contra la Ley de los Cereales,[6] el movimien­to cooperativista, la Agitación Cartista,[7] el movimiento patriota irlandés, [8]los Trade Unions[9] y otros movimientos fue seguida y observada con atención por el sanjuanino, quien escribió al respecto poco después del regreso de su viaje: “La lecture o discurso ha hecho en Inglaterra en tres años, con la cuestión de los cereales, lo que las más sangrientas revoluciones no habrían alcanzado en un siglo, debido todo a la acción directa de la palabra, tan eficaz sobre las masas populares”. La impresión debió de haber sido imborrable porque muchos años más tarde, siendo presidente de la República, aún la recordaba y le hacía decir que en Inglaterra “el pue­blo tiene conciencia de sus derechos”.

Desde algunos años atrás se venía viviendo en Gran Bretaña la “era de la hulla y del hierro”, lo que de­terminó una verdadera revolución en los trasportes y las comunicaciones, con el desarrollo extraordinario del ferrocarril, la navegación a vapor y el telégrafo, hechos que fueron aten­tamente observados por Sarmiento.

  

En 1825 se había inaugurado la primera línea férrea para el trasporte de pasajeros en el país, entre Stockton y Darlington, y desde 1830, en que se unió Manchester con Li­verpool, venía creciendo lo que los historiadores británicos llaman una “Railway Mania”, al punto de que en 1841 el Parlamento sancionó 246 leyes sobre nuevas concesiones. De poco más de 3.000 kilómetros de líneas férreas que había en 1843, se llegó a cerca de 8.000 kilómetros (tripli­cando casi la red de Francia) en el año en que Sarmiento viajó por ellos de Folkestone a Londres y de allí a Birmingham, Manchester y Liver­pool. El sanjuanino vio en el ferrocarril la expresión simbólica de los nuevos tiempos, pero es seguro que también observó la otra cara de la cuestión: el escándalo de una especu­lación fraudulenta que arruinó a mu­chos pequeños y medianos ahorristas ingleses y que no fue reprimida por el Estada Británico. La primera compañía de telégrafo eléctrico se había fundado un año antes de la llegada de Sarmiento y comenzó a tener un desarrollo paralelo al del ferrocarril, al punto de que en 1847 alrededor de 2.000 kilómetros de lí­neas férreas estaban ya equipadas con hilos telegráficos. Casi simultá­neamente comienza a reemplazarse la navegación a vela por la de vapor y este tipo de embarcación (por en­tonces de poco calado, como los vaporcitos que tomó Sarmiento en el Támesis y en Liverpool) en ese mis­mo año había alcanzado a un total de 116.000 toneladas en todo el país. No es difícil deducir la enorme in­fluencia que todo esto debió de haber ejercido sobre el joven observador americano obsesionado por el progreso de su tierra natal, pero ahora sólo nos vamos a limitar a decir que cuan­do ascendió a la presidencia de la República no había ni un solo kiló­metro de líneas telegráficas para uso público y apenas unos 500 kilómetros de vías férreas, y cuando terminó su período dejó tendidas redes de 6.672 kilómetros y alrededor de 5.000 kilómetros, respectivamente.

De este breve análisis se deduce, pensamos, la fuerza tremenda del impacto que recibió Sarmiento en Inglaterra y que debió de haber in­fluido, ora por adhesión, ora por re­pulsa, sobre numerosos aspectos de sus posteriores realizaciones en el país. Por ello, a pesar de que el pro­pio protagonista prácticamente no le dedicaba casi espacio alguno a Gran Bretaña en el libro que escribió sobre su viaje, creemos que esa etapa de la peregrinación de Sarmiento por Europa reviste para los argentinos una importancia digna del mayor in­terés.

Compilación, investigación y notas Prof. Chalo Agnelli

* Prof. Juan Carlos Lombán.  (n. La Colina, Gral. Lamadrid Prov. de buenos Aires 20/2/1927 – Quilmes 27/8/2014) Docente, Historiador Y Hudsoniano. La historia fue su primera pasión. En 1949 integró la primera subcomisión de rugby del Círculo Universitario de Quilmes fue adherente del Partido Socialista. Profesor del Colegio San Jorge, desde 1947, hasta su jubilación en 1982 En 1949, integró  la Junta de Estudios Históricos de Quilmes, en su primera época. Fue uno de los fundadores en 1955, del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia, al que presidió desde 1965 hasta 1972 y desde 1988 hasta su fallecimiento. En 1952, se casó con quien fue su primera esposa Lucrecia Lombán. Más de treinta trabajos del profesor Lombán fueron publicados en el suplemento literario de “La Prensa” entre 1962 y 1978. Algunos de sus documentos históricos y de investigación publicados son: “Itinerario de una bandera” (1961),Don Andrés Baranda, un Patriarca del viejo Quilmes” (1965); “Dr. José A, Craviotto, El Historiador de Quilmes” (1966); “Antiguos Maestros de Quilmes”  (1966), ediciones de la Municipalidad  de Quilmes; “El Ochenta, Reflexiones sobre su contexto sociocultural” Edición Ántropo, Bs.As. 1980 (Faja de Honor de la SADE) Nueva Historia de Quilmes” (1988), “Historia del arte latinoamericano", edición de la Asociación Cultural Kilmes (1994) Fue un apasionado de la obra y la vida de Guillermo Enrique Hudson. Ver en EL QUILMERO del viernes, 6 de febrero de 2015 “Juan Carlos Lombán - Docente, historiador y hudsoniano”

FUENTE

Archivo Prof. Juan Carlos Lombán en la Hemeroteca de la Biblioteca Popular Pedro Goyena

NOTAS


[1] Termino en la actualidad se desusado, se entiende por finojo a la zona donde se articula el muslo con la parte inferior de la pierna,

[2] Sarmiento, Domingo Faustino, “Obras”, tomo VI, “Viajes”, edición Luz del Día, Buenos Aires, 1950, página 390. Todo el mencionado volumen reviste especial in­terés para el tema de este artículo, como así también Op. Cit., tomo XI, “Educación Popular”, y tomos L y LI, Obra de la Presidencia.

[3] Muy relacionado con el hedonismo, el utilitarismo es una teoría de la rama ética de la filosofía según la cual las conductas moralmente buenas son aquellas cuyas consecuencias producen felicidad. De este modo, hay dos elementos básicos que definen el utilitarismo: su modo de relacionar el bien con la felicidad de los individuos y su consecuencialismo.

[4] John Constable (11 de junio de 1776 - East Bergholt, Reino Unido - 31 de marzo de 1837) Pintor inglés de paisajes. La región de Suffolk fue el tema preferido de sus paisajes, hasta el punto de que el área del Valle de Dedham, en dicha región, se conoce como «el país de Constable»

[5] Joseph Mallord William Turner (23 de abril de 1775 - Covent Graden, Londres. Gran Bretaña - 19 de diciembre de 1851) pintor inglés especializado en paisajes. Considerado una figura controvertida en su tiempo, hoy en día es visto como el artista que elevó el arte de paisajes a la altura de la pintura de historia.​

[6] Las Leyes de los cereales fueron aranceles a la importación de cereales en Gran Bretaña, vigentes entre 1815 y 1846, establecido para proteger los precios del grano británico doméstico contra la competencia del exterior. Wilkipedia

[7] El cartismo (Chartism en inglés) fue un movimiento popular radical que surgió en Reino Unido desde 1836 hasta 1848 y que expresaba la agitación de la clase obrera, debido a los cambios derivados de la Revolución Industrial, la coyuntura económica y las leyes promulgadas por el Parlamento. Wilkipedia

[8] El Partido Patriota Irlandés fue el nombre de varios grupos políticos diferentes en Irlanda a lo largo del siglo XVIII. Apoyaban principalmente los conceptos whig de libertad personal combinados con una identidad irlandesa que rechazaba la independencia total, pero defendía un fuerte autogobierno dentro de Gran Bretaña.

[9] Trade Union es el nombre que en Gran Bretaña le dieron al movimiento sindical de trabajadores.

 

"EMOCIÓN PARA AYUDAR A COMPRENDER" POR RAÚL SCALABRINI ORTIZ - 17 DE OCTUBRE DE 1945

 Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábitos de burgués barato.

Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de brea, de grasas y de aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir. Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. Descendientes de meridionales europeos iban junto al rubio de trazos nórdicos y al trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún.

El río cuando crece bajo el empuje del sudeste disgrega su masa de agua en finos hilos fluidos que van cubriendo los bajíos con meandros improvisados sobre la arena, en una acción tan minúscula que es ridícula y desdeñable para el no avezado que ignora que ese es el anticipo de la inundación. Así avanzaba aquella muchedumbre en hilos de entusiasmo, que arribaban por la Avenida de Mayo, por Balcarce, por la Diagonal... Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad.

Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, la hilandera y el empleado de comercio.

Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substracto de nuestra idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulo. Era el de nadie y el sin nada, en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por la misma verdad que una sola palabra traducía. En las cosas humanas el número tiene una grandeza particular por sí mismo. En ese fenómeno majestuoso a que asistía, el hombre aislado es nadie, apenas algo más que un aterido grano de sombra que a sí mismo se sostiene y que el impalpable viento de las horas desparrama. Pero la multitud tiene un cuerpo y un ademán de siglos.

Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río. Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años, estaba allí presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo.

Por inusitado ensalmo, junto a mí, yo mismo dentro, encarnado en una muchedumbre clamorosa de varios cientos de miles de almas, conglomeradas en un solo ser unívoco, aislado en sí mismo, rodeado por la animadversión de los soberbios de la fortuna, del poder, y del saber, enriquecido por las delegaciones impalpables del trabajo de las selvas, de los cañaverales, de las praderas, amalgamando designios adversarios, traduciendo en la firme línea de su voz conjunta su voluntad de grandeza, entrelazando en una sola aspiración simplificada la multivariedad de aspiraciones individuales, o consumiendo en la misma llama los cansancios y los desalientos personales, el espíritu de la tierra se erguía vibrando sobre la plaza de nuestras libertades, pleno en la confirmación de su existencia.

La substancia del pueblo argentino, su quintaesencia de rudimentarismo estaba allí presente, afirmando su derecho a implantar para sí mismo la visión del mundo que le dicta su espíritu desnudo de tradiciones, de orgullos sanguíneos, de vanidades sociales, familiares o intelectuales. Estaba allí desnudo y solo, como la chispa de un suspiro: hijo transitorio de la tierra capaz de luminosa eternidad.


FUENTE                

Raúl Scalabrini Ortiz, Raúl (2009) “Tierra si nada. Tierra de profetas – Devoción para el hombre argentino” Ed. Lancelot. Buenos Aires.

 

ANÍBAL QUIJANO: EL TEÓRICO DEL BIEN VIVIR POR MARCO SIPAN

El 31 de mayo de 2018 murió Aníbal Quijano, sociólogo peruano y autor de un texto clave para comprender los desafíos actuales latinoamericanos. Su tesis sobre la colonialidad del poder representa un nuevo punto de partida para analizar política, social y económicamente la globalización y sus efectos en el orden mundial que se inició con la llamada colonización de América. Quijano nos desafiaba así a analizar la crisis actual de ese padrón de poder como una oportunidad para desarmarlo y organizar prácticas sociales transformadoras que no reproduzcan las divisiones de raza, sexo y subjetividades que construyeron las desigualdades que nos sometieron durante siglos. Este artículo de Marco Sipan resume lo central de la tesis decolonial de Quijano. Proponer hoy su lectura es nuestro homenaje para despedirlo. lavaca 2/6/2018

Por Marco Sipan, sociólogo peruano

El doctor Aníbal Quijano es un reconocido científico social que ha tenido la capacidad de participar de varios momentos de reflexión y debate sobre temas que involucraron a toda la región y ha construido teorías, conceptos y perspectivas sobre diversas temáticas que son puntos de referencia para nuevas generaciones de investigadores.

El enfoque de Aníbal Quijano es una profunda crítica a la perspectiva epistemológica eurocéntrica. Para él, no es posible comprender la coyuntura latinoamericana sin tener en cuenta el desarrollo del capitalismo mundial. Por ello dice que la globalización en curso es, en primer término, la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo colonial/moderno/eurocentrado como un nuevo patrón de poder mundial.

 LA IDEA DE RAZA. La dominación colonial impuso la idea de raza, como codificación que permitió una racialización del trabajo, con lo cual generó una dimensión de poder mundial.

La idea de raza fue la que clasificó a la población por un lado, los indios, negros, mestizos y por el otro los europeos. A estas identidades se asociaron jerarquías, lugares y roles sociales correspondientes: esto constituyó el patrón de dominación colonial. Es decir, la idea de raza legitimó las relaciones de dominación impuestas por la conquista. Se construyeron subjetividades sobre la naturalidad de seres inferiores y superiores que permitió el desarrollo de prácticas cruentas de parte de los europeos hacia las poblaciones originarias. La idea de raza fue una idea eficaz de dominación y con la expansión mundial de los europeos estructuró el mundo.

Referirnos al patrón de poder moderno/colonial, es hablar de relaciones sociales que articulan cuatro elementos, el control de las relaciones de:

1) Trabajo,

2) Género,

3) Autoridad colectiva,

4) Subjetividad/intersubjetividad.

El patrón de poder unifica el conjunto de órdenes constitutivos de una determinada sociedad. Se trata de un sistema complejo donde se ha configurado un universo de relaciones intersubjetivas centrada en la dominación de las poblaciones europeas sobre las no europeas. En ese sentido Quijano señala tres aspectos principales de la violencia simbólica que se impuso:

1. La expropiación de sus descubrimientos culturales en beneficio del desarrollo del capitalismo;

2.La represión de las formas de producción de conocimientos de los colonizados, sus patrones de producción de sentidos, su universo simbólico, sus patrones de expresión y objetivación de la subjetividad;

3.El aprendizaje forzado de la cultura de los dominadores por los dominados.

EL PATRÓN DEL PODER. Los colonizadores codificaron como color los rasgos fenotípicos de los colonizados. Los dominantes se llamaron a sí mismos blancos. La idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuesta por la conquista. La expansión de colonialismo europeo en el mundo, llevó a la elaboración de la perspectiva eurocéntrica de conocimiento, se elaboró teóricamente la justificación de la idea de raza como naturalización, basada en la superioridad/inferioridad entre dominados y dominantes, siendo esto un instrumento perdurable y eficaz de dominación social universal.

En el proceso de constitución histórica de América, todas las formas de control y de explotación del trabajo y de control de la producción-apropiación-distribución de productos, fueron articuladas alrededor de la relación capital-salario y del mercado mundial. En esta forma de capitalismo se incluyeron la esclavitud, la servidumbre, la renta, la pequeña producción mercantil, la reciprocidad y el salario. Todas estas formas de control del trabajo eran histórica y sociológicamente nuevas. Se configuro así, un nuevo patrón global de control de trabajo, a su vez un elemento fundamental de un nuevo patrón de poder.

A las nuevas identidades históricas producidas sobre la base de la idea de raza se les fueron designadas roles y lugares en la nueva estructura global del control del trabajo. La raza y la división del trabajo quedaron asociadas. Se impuso una sistemática división racial del trabajo. A los indios se les designó la servidumbre, permitiéndole relaciones de reciprocidad en sus comunidades con la intención de reproducir su fuerza de trabajo en tanto siervos. Los negros fueron reducidos a la esclavitud. Los europeos podían acceder a salarios, ser comerciantes, artesanos y agricultores independientes, es decir productores independientes de mercancías, solo los nobles podían participar en los puestos altos y medios de la administración colonial, civil y militar. La distribución racista del trabajo al interior del capitalismo colonia/moderno se mantuvo a lo largo de todo el periodo colonial.

La conquista de América, el control de los minerales y de las mercancías producidas por el trabajo gratuito de indios, negros y mestizos otorgó a los conquistadores una ventaja para el control del tráfico comercial mundial y con ello hizo posible concentrar el control del capital comercial en el mercado mundial.

Se conformaron nuevos procesos de urbanización en las zonas del Atlántico, que tenían conexión al tráfico comercial que procedía de América, estableciéndose una nueva identidad: “Europa” y luego “Occidente”, identidad que va asumiendo un papel hegemónico en el mercado mundial.

TRABAJO ASALARIADO Y RAZA. En Europa las relaciones de control de trabajo se establecían a través del capital-salario, en el resto de las regiones y poblaciones del mercado mundial, que se establecían colonizadas al dominio europeo se establecían bajo relaciones no salariales. En estas regiones las relaciones salariales estaban establecidas para los blancos.

El control del trabajo en el nuevo patrón de poder mundial se constituyó, así, articulando todas las formas históricas de control del trabajo en torno de la relación capital-trabajo asalariado, y de ese modo bajo el dominio de ésta. En tanto esto el capitalismo mundial fue, desde su origen, colonial/moderno y eurocentrado.

Europa pudo imponer su dominio colonial sobre todas las regiones y poblaciones del planeta, incorporándolas al sistema mundo que así se constituía y a su especifico patrón de poder, eso implicó la re-identificación histórica, dándoles identidades geo-culturales a los otros (no europeos), creando la idea de modernidad como punto de llegada de la historia, la cual representaba Europa (en especial Europa Occidental), con una racionalidad y cultural “supuestamente” desarrolladas, lo cual articuló una hegemonía como forma de control de la subjetividad de la cultura y en especial del conocimiento y de la producción del conocimiento. Los colonizadores expropiaron a las poblaciones colonizadas, reprimieron sus formas de producción de conocimiento, sus patrones de producción de sentidos, su universo simbólico, sus patrones de expresión y de objetivos de la subjetividad.

Los europeos occidentales imaginaban ser la culminación de una trayectoria civilización desde un estado de naturaleza, eso les llevó también a pensarse como los modernos de la humanidad y de la historia, esto es, como lo nuevo y al mismo tiempo lo más avanzado de la especie. En este sentido, el concepto de modernidad es referido de este modo a las ideas de novedad, lo racional-científico, laico, secular, que son las ideas de experiencias normalmente asociadas a ese concepto y que también han sido alcanzadas en distintas épocas y por diferentes culturas, las llamadas altas culturas (China, India, Egipto, Maya, Tawuantinsuyo, entre otras), y no solo exclusiva de los europeos. Sin embargo, quienes defienden la modernidad europea mencionan la idea de libertad y democracia en estos Estados nacionales. Aquí Aníbal Quijano expresa que esta modernidad esta es regida por la colonialidad del poder, el capitalismo y el eurocentrismo, e implica una heterogeneidad histórico-estructural de dominación.

En América se estableció la esclavitud deliberadamente y la organizó como mercancía para producir mercancía para el mercado mundial. Así mismo, la servidumbre fue impuesta sobre los indios, inclusive la redefinición de las instituciones de la reciprocidad, para servir a sus mismos fines y para producir mercancías para el mercado mundial. Igual con la producción de mercancías de manera independiente, esto se expandió al mundo. Todo esto configuró el capitalismo, su patrón de poder y la colonialidad del poder.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad es considerada como una totalidad histórica, en la medida en que está constituida por diversos ordenes de fenómenos imbricados mutuamente, pero no de manera homogénea, sino en forma conflictiva y contradictoria, constituyendo una estructura de poder social.

LA DECOLONIALIDAD DEL PODER. Quijano plantea que el conocimiento de la realidad social solo es accesible, plenamente, desde el interior de una práctica social transformadora. Es decir, quien quiera adquirir un conocimiento pleno de la realidad social, tiene que dedicarse a la práctica social transformadora. Por esta razón surge un tema central: la descolonización del poder, como forma efectiva de democratización de la sociedad. Eso significa devolverle a la gente misma, el control de las instancias básicas de su existencia social: trabajo, sexo, subjetividad y autoridad.

Quijano nos presenta estas ideas al respecto, “para desarrollarse y consolidarse, la Des/Colonialidad del poder implicaría prácticas sociales configuradas por:

1. La igualdad social de individuos heterogéneos y diversos, contra la desigualizante clasificación e identificación racial, sexual y social de la población mundial;

2. Por consiguiente, las diferencias, ni las identidades, no serían más la fuente o el argumento de la desigualdad social de los individuos;

3. Las agrupaciones y/o identidades serían el producto de las decisiones libres y autónomas de individuos libres y autónomos;

4. La reciprocidad entre grupos y/o individuos socialmente iguales, en la organización del trabajo y en la distribución de los productos;

5. La redistribución igualitaria de los recursos y productos, tangibles e intangibles, del mundo, entre la población mundial;

6. La tendencia de asociación comunal de la población mundial, en escala local, regional, o globalmente, como el modo de producción y gestión directas de la autoridad colectiva y, en ese preciso sentido, como el más eficaz mecanismo de distribución y redistribución de derechos, obligaciones, responsabilidades, recursos, productos, entre los grupos y sus individuos, en cada ámbito de la existencia social, sexo, trabajo, subjetividad, autoridad colectiva y corresponsabilidad en las relaciones con los demás seres vivos y otras entidades del planeta o del universo entero.

EL BIEN VIVIR. Realmente interesante la lectura de la obra de Aníbal Quijano, un peruano que ha entrado a la vitrina de los principales teóricos sociales.

 Compilación Prof. Chalo Agnelli

FUENTE

https://www.lavaca.org

 

EL BOMBARDEO DE PLAZA DE MAYO - 16 DE JUNIO DE 1955 – 67 AÑOS

Dr. Eduardo Luis Duhalde (5/10/1939 - 3/4/2012) Pocas veces en la historia mundial miembros de las Fuerzas Armadas de un país, con la co...